***“El pensamiento y planteamientos de Mario
Briceño-Iragorry pueden aportar mucho a quienes se propongan rescatar el alma
de la nación, de la patria”, aseveró, en Trujillo, su hija menor Beatriz
Briceño Picón, quien también recalcó que su padre siempre avizoró una Venezuela
grande
Beatriz Briceño Picón imagina que desde la vida eterna su padre, Mario Briceño-Iragorry, quiere el reencuentro del pueblo trujillano (Foto: Gilcely Linares) |
“El pensamiento de Mario
Briceño-Iragorry está vigente porque la historia y la identidad nacional en la
que se empeñó es una tarea pendiente en el país; sus planteamientos pueden
aportar mucho a quienes se propongan rescatar el alma de la nación, de la
patria (…), sí vamos a buscar valores podemos sacarlos de las obras de Don Mario.
Su pensamiento transciende lo que hacen, en un momento determinado, los políticos
para deshacer su historia”, señaló.
Afirmación que la intuye como
comunicadora, lectora y al haber compartido con él los últimos tiempos de su
existencia, además porque la comparten los estudiosos. Consideró pertinente
avivar sus ideales, sobre todo en la actualidad, cuando el país “necesita
unidad; una unidad no como posición política sino del pueblo, porque él
pensó en una Venezuela grande, una
Venezuela que quiso y donde lo quieren todos”.
Otros aspectos a rescatar de Don
Mario –expuso- son el sentido de laboriosidad, de servicio desinteresado, de
hacer el bien común, de aprender a desprenderse de lo poco que tenía para
ayudar a los más desvalidos y de interesarse en conocer la identidad propia,
prácticas que lamentablemente faltan en la cotidianidad.
“Mi padre dedicó su vida y esfuerzos
a favor del país. Nos enseñaba mediante tertulias familiares, nos transmitió su
dedicación porque él no descansaba, nunca perdía el tiempo, no era un holgazán,
luchaba por Venezuela; era un hombre que se exigía mucho, que no ambicionó
bienes, por el contrario ayudaba a los necesitados, buscaba servir al país a
través de su pluma, la cual no se agotó, aunque estaba enfermo, habiendo tenido
tantos cargos públicos, una familia numerosa y no tener dinero”, esbozó.
En sus 60 años dejó una huella
indeleble, contextualizada con publicaciones como: “Casa León y su Tiempo”, “El Regente
Heredia”, “El Caballo de Ledesma”, “Horas Undicima”, “Los Ribera”, “Tapices de
la Historia Patria”, “Mensaje sin Destino”, entre otras.
Ante ello, exhortó a sembrar o
transmitir la esencia y legado de Briceño-Iragorry, sin tintes políticos, en
las instituciones educativas, incluso analizar a que se refería en la década de
los 50 con el término pitiyanqui, tomado de un autor puertoriqueño, sin obviar
que siempre defendió la nacionalidad venezolana frente al avance del gobierno
norteamericano.
Traspié
La hija menor de Don Mario no
olvida lo ocurrido en el 2010 en tierras trujillanas contra el nombre y parte
del patrimonio de su progenitor.
Se destruyó el Centro de Historia,
saquearon su biblioteca, hasta se perdió el palo con que el que intentaron
matarlo en Madrid, durante su exilio –apuntó-; no sabemos si sus cosas están en
río o debajo de la cama de alguien. Responsabilizó de lo ocurrido a “los
cronistas parroquiales, en su afán por destruir la historia, con apoyo del
gobernador Hugo Cabezas”
Una
luz
Desde su imaginario, en la vida
eterna el papel de su padre es darle fuerza al pueblo trujillano para que se
reencuentre como sociedad y se aleje de la “partidocracia” que tanta perturbación o ruido trae consigo. De
acercarse al espíritu de Mario Briceño-Iragorry –precisó- lo veríamos como una luz para rehacer la
solidaridad, la fraternidad, la familiaridad y la trujillanidad.
0 comentarios:
Publicar un comentario