Quienes se mantienen en la ULA lo hacen por compromiso ético y moral con la sociedad, sostiene el profesor Bonucci (Imagen: ULA) |
Palabras del Rector Mario Bonucci en conmemoración de los 236 años de la ULA
Señoras y señores:
La Universidad de Los Andes llega a sus 236 años en medio de la situación más difícil que le ha correspondido atravesar en su historia, todo en un contexto que le demanda cambios profundos para perseverar.
Desde el punto de vista global nos encontramos frente a un mundo que cambió de manera abrupta a causa de la pandemia por COVID19, una crisis que poco tiempo atrás resultaba inimaginable y que sumergió a la humanidad en una realidad que plantea nuevos retos cada día, todo ello arropado por desarrollos tecnológicos que marcan la pauta, dejando atrás a las sociedades que no logren montarse en esa ola.
En el plano nacional la realidad no deja de sacudirnos. Protagonizamos la diáspora continental más grande de la historia reciente y una de las más grandes del mundo, al punto que difícilmente quede un país en donde no haya un venezolano; un duro proceso que ha resentido todos los vínculos y estructuras, desde lo institucional hasta lo familiar, pasando por lo psicológico y lo espiritual.
También los venezolanos protagonizamos vergonzosos índices de hambre, desnutrición y violencia de todo tipo, convirtiéndonos en referencia cuando de salarios miserables se habla, así como de falta de protección social, respeto a los Derechos Humanos, derechos sociales e individuales. Venezuela es hoy un tema incómodo para el mundo que ha presenciado el desmoronamiento sostenido de una de las economías más prósperas y prometedoras con mucha preocupación, pero con muy poca acción.
En el ámbito institucional la situación no puede ser distinta. La Universidad de Los Andes y las universidades autónomas venezolanas en general han sentido en lo más profundo el impacto de todo lo mencionado. Su planta profesoral se ha visto disminuida de manera dramática, así como la de sus empleados y obreros, muchos por haber huido buscando mejores condiciones y oportunidades, mientras que otros han muerto a causa de enfermedades ocasionadas por la mala calidad de vida y al no poder costear sus tratamientos médicos. Quienes aún se mantienen en nuestras instituciones lo hacen por compromiso ético y moral con la sociedad y con la esperanza, pues los salarios impuestos por el régimen, simplemente, no alcanzan para sobrevivir.
Nuestra matrícula estudiantil también se ha visto mermada en alrededor de un 50 por ciento durante los últimos años, lo cual toma sentido al considerar que se han eliminado beneficios estudiantiles como pasaje preferencial, comedor, becas y ayudas, los cuales permitían a los venezolanos más pobres soñar con superarse mediante el estudio y la formación, lo que representó durante muchos años un camino para modificar estructura de nuestra sociedad gracias a la movilidad que permitía la educación, hoy eso no existe.
Sin embargo, es importante señalar que la depauperación de sistema educativo venezolano ocurre a todo nivel y es consecuencia de las políticas impuestas por el sistema socialista que ostenta el poder; políticas que han sido mantenidas durante décadas llevándonos a pensar que no ha sido un error casual sino un objetivo calculado, más aún, al considerar la creación de sistemas educativos paralelos cuya principal característica es la alineación política partidista, lo cual en la práctica se traduce en centros de adoctrinamiento disfrazados de sistema educativo, una gran amenaza para el futuro, pues la ignorancia inconsciente pueden hacer mucho daño.
Así, mientras que el mundo surgen nuevas carreras y las tradicionales cambian para mantener su vigencia frente a los retos, en nuestro país se consolida una política de certificación de la mediocridad; mientras que el conocimiento adquiere cada vez más importancia para el desarrollo social e individual, y las formas de acceder a dicho conocimiento se diversifican y masifican gracias a las nuevas tecnologías, en Venezuela sufrimos un atraso que desgarra las posibilidades de formar ciudadanos competentes, capaces de integrarse en este nuevo mundo que deja atrás viejos enfoques, teorías e ideologías, simplificando el camino al desarrollo y la felicidad del ser humano en una educación de calidad.
La universidad venezolana, como la conocimos, ha desaparecido. Quienes dedicamos a ella nuestra vida hemos procurado dar lo mejor para preservarla, conscientes del significado que tiene para la formación de los más jóvenes y para la esperanza de todos los venezolanos. Ha cambiado el mundo, ha cambiado el país, ha cambiado nuestra sociedad, hemos cambiado nosotros y, por tanto, deben cambiar nuestras universidades tal y como lo han hecho a lo largo de la historia, buscando responder a las necesidades del momento, una situación frente a la cual están llamadas prepararse y levantarse las generaciones de relevo, pues se requieren nuevos liderazgos, nuevas ideas, renovadas fuerzas que asuman el compromiso de capitanear nuestras casas de estudio, eso sí, asumiendo esta responsabilidad a través de un proceso que se blinde con la fuerza que sólo la legalidad y la autonomía le pueden ofrecer.
¿Qué cambiar y qué preservar?
La historia reciente nos ha demostrado que existen valores sagrados que no pueden negociarse bajo ningún pretexto. En ese sentido, las universidades autónomas venezolanas, con sus fortalezas y debilidades, se han plantado firmes en la defensa de la libertad de pensamiento, del respeto de las ideas, del debate sano, de los Derechos Humanos, de la formación del individuo para que éste sea capaz de hacerse una imagen propia del mundo que le rodea, hemos asegurado la supervivencia de una conciencia democrática en medio del desierto de las libertades, hemos propagado la certeza de que ningún individuo, sistema o gobierno puede estar por encima de la dignidad humana. Sin duda alguna, eso debe preservarse en la nueva universidad venezolana.
Por otro lado, en un país depauperado como Venezuela es necesario cambiar el modelo de universidad impulsando la autogestión y autogeneración de recursos, para lo cual resulta imprescindible el diseño de un marco legal, desde la Autonomía constitucional, que permita aumentar la libertad de las universidades sin descuidar las necesidades del país. Además, urge un salto tecnológico en nuestras casas de estudio y, por supuesto, la recuperación de la dignidad económica de los hombres y mujeres que hacen vida en ellas, con salarios dignos suficientes para vivir, en todos los niveles pero con los respectivos incentivos según los méritos académicos, esto es la universidad humana, porque sin ese valor sólo tenemos edificios y salones.
Los venezolanos estamos llamados a derribar los mitos de riquezas naturales inagotables como el camino del desarrollo, pues la historia reciente nos ha demostrado con duras lecciones que de nada sirven esas riquezas si no se cuenta con el capital humano necesario, por tanto, debemos comprender y asumir que son los hombres y mujeres, trabajadores incansables y honestos de corazón, los que deben integrar los pilares sobre los que se reconstruya nuestra nación.
El futuro de la universidad es el futuro de la sociedad. La crisis de las universidades no es un asunto laboral de los universitarios, por el contrario, ésta representa la negación del derecho constitucional y humano a la educación, y así, la negación de un mejor futuro lleno de esperanzas, de libertad para generar riqueza, pero más allá, el derrumbe de las universidades autónomas es una condena para toda la sociedad, pues cada día tendremos menos profesionales capaces de cubrir las necesidades de los venezolanos, menos médicos que curan, menos docentes que enseñan, menos ingenieros que construyen, menos científicos que investigan, Venezuela avanza a convertirse en una sociedad de ignorantes, ese es el país que el socialismo está legando a las próximas generaciones.
La crisis universitaria es la crisis del futuro de nuestra nación y por tanto debe congregar las fuerzas de toda la sociedad, sin distinción de ningún tipo, pues la pobreza, la enfermedad, el hambre, la miseria, no distinguen en un país desbaratado. Todos los que tuvimos la oportunidad de obtener una educación de calidad lo hicimos gracias al esfuerzo de quienes nos precedieron, y así, millones de familias lograron tener un mejor futuro, ¿negaremos esas posibilidades a quienes nos sucedan?
Hemos llegado a un punto en el que hablar de esperanza puede resultar vacío, pero es ahora cuando más debemos encontrar las fuerzas para seguir, para animar, para dibujar los planos del futuro que con esfuerzo y unión podemos hacer realidad. La humanidad busca con determinación los caminos para su supervivencia, y ese camino ha estado lleno de ciencia y de fe, es decir, de la búsqueda de conocimientos y esperanza, una dupla inseparable para la evolución humana que ha estado presente desde el descubrimiento del fuego hasta la creación de la rueda.
Una sociedad sin educación está condenada a la esclavitud y la dependencia, haciéndose incapaz de ver sus posibilidades y las soluciones a sus problemas, una sociedad ignorante ve muros en donde hay horizonte y cadenas en donde hay libertad, relegando a los individuos a la eterna espera del auxilio, de la ayuda, de la limosna en cualquiera de sus sentidos. Con todo esto en mente, recordamos las palabras de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien afirmó que "la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos...", a lo cual me atrevo a agregar que dicha liberación se logra únicamente mediante la formación del individuo sobre sólidas bases éticas y morales.
En el marco de los 236 años de la creación de la Universidad de Los Andes, nuestra universidad, la universidad de tachirenses, trujillanos y merideños, esa que le ha dado tanto a la región, al país y al mundo, hago un llamado a no dejarla sola, nuestra Alma Mater nos necesita para poder seguir iluminando el camino para los ciudadanos de buen corazón.
Muchas gracias.
Mérida, 29 de marzo de 2021
Pronunciamiento del rector Mario Bonucci por los 236 años de la ULA:
0 comentarios:
Publicar un comentario