El Nurr hoy, mañana y siempre | Opinión
*Por Luis Javier Hernández.
Doctor en Ciencias Humanas.
Profesor Titular ULA-Venezuela
Coordinador General Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Literarias (ULA-LISYL)
Miembro Correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua. Correspondiente de la Real Academia Española*.
*Discurso como orador de orden en el 49 Aniversario del Nurr-ULA, conmemoración institucional en homenaje al beato trujillano Dr. José Gregorio Hernández.*
En principio quiero agradecer al Comité Organizador del 49 aniversario del Núcleo “Rafael Rangel” de la Universidad de Los Andes en Trujillo, por darme la oportunidad de hacer públicas estas reflexiones sobre la institución que día a día, palmo a palmo se ha ido sembrando en los más hondo del pueblo trujillano y mucho más allá de las fronteras regionales y nacionales.
Para mí, un verdadero privilegio poder participar en esta celebración como trujillano, egresado y hoy parte del personal docente y de investigación de esta noble casa de estudios, que se ha ido construyendo con el concurso de muchas voces y manos sostenidas a través del tiempo por el más profundo ideal de servicio y entrega a una colectividad que a diario recoge los inagotables frutos provenientesde esta casa de estudios de singulares características y virtudes. La casa de cielos abiertos y el saber permanente que ha redimensionado para bien una historia contenida entre las aspiraciones individuales y el bien común. Porque hablar del NURR es señalar la oportunidad repetida una y mil veces de alcanzar metas profesionales por diferentes sectores de la sociedad venezolana que han encontrado en Trujillo el lugar ideal para formarse, formar, compartir en medio de un espacio donde la ‘voz antigua’ de la tierra aun transpira por los muros del tiempo.
E indudablemente el NURR durante estos 49 años de trayectoria ha cultivado sobre una tierra pródiga nuevas simientes para el desarrollo nacional, bajo el conocimiento transido en fortalecimiento humano que señala los caminos de la libertad y la equidad como principios fundamentales del ejercicio humano, pues la universidad autónoma, plural y democrática por siempre será el crisol que alumbre el camino de los pueblos hacia su realización.
Este nuevo aniversario del NURR está rodeado de diversas y determinantes circunstancias que inciden poderosamente sobre él y propician la creación de renovadas estrategias que garanticen el curso y mejoramiento de la actividad institucional. Dentro de estas quisiera destacar fundamentalmente, tres de ellas. La primera, las políticas gubernamentales hacia las universidades autónomas a través de una serie de acciones económicas, políticas y de imposición que contravienen el ordenamiento jurídico vigente y coartan el natural desarrollo e impulso de estas casas de estudio, quienes han visto mermados ostensiblemente sus recursos de inversión para las mejoras de infraestructura, bienestar estudiantil, condiciones laborales, adquisición de material bibliohemerográfico, renovación de la plataforma tecnológica, entre muchas otras que limitan la acción educativa en todos los aspectos. No obstante, a pesar de todas esas limitaciones, las universidades autónomas venezolanas continúan ocupando lugares de privilegio en reconocidos índices de medición académica, entre ellas el NURR dentro del conglomerado de la Universidad de Los Andes (ULA).
Por ello aquí no aplica aquella manida frase de <<la universidad es un reflejo del país>>, al contrario, la universidad es la esperanza del país, el camino cierto para reconstruir senderos y echar a andar la esperanza demorada, pero nunca perdida, por ser el aliento que ennoblece las causas justas, impulsa a los seres comprometidos y los fortalece en la fe de construir porvenires colmados de oportunidades de realización sin distingo de ninguna índole.
Un ejemplo fehaciente de esta universidad comprometida e innovadora es el NURR, que durante estos 49 años ha desarrollado una actividad docente traducida en un significativo número de egresados en diferentes áreas de pre y postgrado. Paralelamente, una tesonera labor de investigación a través de sus Institutos, Centros, Laboratorios y Grupos de investigación científica y humanística, que lo posicionan entre las facultades más productivas de la Universidad de los Andes. Además de la labor editorial a través del Fondo “Mario Briceño-Iragorry”, las revistas: Academia, Ágora, Cifra Nueva, Ontosemiótica, Cayapa, Mundo Pecuario, Talleres. Instrumentos que interpretan la academia hecha palabra para ser difundida como valioso aporte dentro del ámbito regional, nacional e internacional. Aún más, el NURR es albacea de uno de los más preciados legados culturales de la región con el Museo Salvador Valero, las diversas actividades de extensión y cultura orientadas a preservar un acervo por excelencia musical, literarioy artesanal, la más genuina expresión de este maravilloso mosaico geográfico que encanta a propios y extraños.
La segunda circunstancia que rodea este 49 aniversario del NURR está representada por la pandemia del Covid-19, ese enemigo invisible que acorrala la humanidad para mostrarle la fragilidad de la vida ante las arrogancias y las prepotencias, al mismo tiempo para hacer más agudas las brechas entre clases sociales y oportunidades para sobrevivir en los países que adolecen de verdaderas políticas de salud pública y de no contar con los recursos económicos o la disposición gubernamental que garanticen atención a la población y efectivas campañas de vacunación para mitigar los efectos producidos por este virus y sus diferentes variantes. Una pandemia que hace replantear la acción humana desde los espacios íntimos del Ser, los reencuentros consigo mismo y la búsqueda de formas alternativas para superar el distanciamiento físico y el confinamiento. Esta es una época de redimensionarse fundamentalmente a través de la educación; una educación que vaya más allá de la intención específicamente cognoscente para proyectar su acción para la vida, educar para la vida y el fortalecimiento de los valores humanos de la solidaridad, tolerancia y equidad, donde los preceptos espirituales sean una práctica y no simples teorías especulativas colindantes con los ideales irrealizables.
Ante esta circunstancia la labor docente debe reinventarse, más aún para quienes no cuentan con los medios e instrumentos tecnológicos más idóneos para vencer los distanciamientos y poder ofrecer una educación de calidad. De allí que el compromiso y los retos son aún mayores, donde la suma de esfuerzos debe superar las dificultades y seguir formando para la vida, apoyando a esa juventud deseosa de formarse, de servir a un país desde mejores condiciones personales, profesionales y colectivas. Seguir haciendo de esta labor un diario convivir para fortalecernos como humano-seres y no decaer ante la indolencia, la ceguera política, las pesadillas ideológicas y los resentimientos sociales que afloran desde las estructuras del poder.
Pero no todo es desalentador en estos tiempos de aniversario, además de la alegría y regocijo por nuestra institución cumpleañera, existe un grandioso motivo que hace florecer la esperanza en el pueblo venezolano, cuando nuestro santo ha sido beatificado por la iglesia católica. Aunque parezca una contradicción que he dicho, en la práctica no lo es. Institucionalmente, José Gregorio Hernández Cisneros ha sido reconocido beato, pero para el pueblo es su santo por convicción. Nuestro santo de sombrero y pulcro vestir. Con la llegada a los altares de este ícono de la ciencia, fe y entrega al prójimo se hace justicia a una vida y obra excepcional marcada por un sinfín de prodigiosas cualidades que le han valido diferentes epítetos a través de los cuales es reconocido en el ámbito científico, religioso y sentimiento popular.
Siervo de Dios, venerable, médico de los pobres, beato, son algunas de los epítetos otorgados a José Gregorio Hernández Cisneros para intentar figurarlo a partir de las diversas dimensiones a irse configurando según su vida y obra, hasta llegar a los labios agradecidos de sus devotos con la tradicional denominación de ‘mano goyo’, una hermosa forma de llevarlo a la intimidad del trato cotidiano de la devoción y el agradecimiento, muchas veces traducido en un legado al conformarse una abundante estirpe simbólica a través de su nombre y significación.
Huelga referir la importancia de José Gregorio Hernández Cisneros en el campo científico, formó parte de una generación brillante y capaz que enfrentó situaciones pandémicas en condiciones de profunda insalubridad. Al mismo tiempo esta generación contribuyó con el forjamiento de relevantes aportes en la investigación científica a hacerse fundamentales con el transcurrir del tiempo, tal es el caso de nuestro epónimo Rafael Rangel, mediante sus estudios bacteriológicos que lo han llevado a recibir la categorización de padre de la parasitología en Venezuela. Por su parte José Gregorio Hernández Cisneros renueva la medicina científica con la introducción en el país del microscopio y la práctica docente en diferentes cátedras de la Universidad Central de Venezuela: Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología.
En el ejercicio de la medicina destaca por su vocación de servicio hacia los más necesitados, labor que le merece el reconocimiento de un pueblo agradecido con la denominación de médico de los pobres, configurándose en el alma popular como un paradigma de bondad, caridad y específica voluntad de un Ser profundamente comprometido con sus semejantes. Porque siempre creyó y pregonó que la mejor forma de servir a Dios es a través del prójimo, recurriendo a auxiliar en la más sentida necesidad al otro mediante una práctica cristiana dirigida no solo a aliviar los males físicos, sino también para reafirmar la presencia sanadora de la palabra de Dios. De allí que siempre se consideró un instrumento de Dios para servir al necesitado.
Fue tanta su dedicación a Dios, que su consuetudinario trabajo de médico le pareció poco para servirle, e intentó ingresar a la orden religiosa cartuja con el nombre de Fray Marcelo, experiencia que lo marcó de una manera definitiva, pues desde ese momento consideró esa orden religiosa la forma más elevada para estar en contacto con la subjetividad trascedente, tal cual lo refiere en una carta del 7 de octubre de 1912 a su amigo Santos Dominici, con el siguiente comentario:
Lo que en la Cartuja encontré supera toda descripción. Vi allí la santidad en grado heroico y te puedo asegurar que una vez visto ese espectáculo lo demás de la tierra se vuelve lodo. […] Y en ese lugar celestial tuve yo la dicha de vivir nueve meses. Pero sucedió lo que era natural que sucediera al que, cegado por la pretensión y apoyado por su vanidad, había emprendido tan alto vuelo.
A pesar de no lograr su cometido, José Gregorio Hernández Cisneros busca nuevas formas para forjar un apostolado transformando cualquier espacio de la cotidianidad en un escenario para su consagración a Dios, impulsado por la caridad y entrega para aliviar el dolor, las angustias espirituales y las necesidades económicas para la adquisición de medicamentos, labrando de esta manera su camino hacia la santidad, una santidad más allá de sus milagros, forjada en el plano terrenal e impulsada por una fe en grado superlativo.
En este sentido quisiera destacar fundamentalmente a José Gregorio Hernández Cisneros en función de una faceta muy poco estudiada, la de filósofo, específicamente la de filósofo de la voluntad. Creo que aquí descansa el punto medular de toda la vida y obra de este ser de excepción, no solo por haber publicado en 1912 el texto Elementos de Filosofía, sino por estar convencido que todo ser debe actuar en función de una filosofía muy personal que sirva de punto cardinal en su existencia. En sus reflexiones, la “filosofía personal, la suya propia, la que ha de ser durante su vida la norma de su inteligencia, aquella de la cual ha de servirse para poder existir como pensador”. Esa filosofía que permita la transfiguración del hombre ‘rústico’ en hombre de ‘espíritu cultivado’, para de esta manera establecerse la singularidad característica de cada quien.
Este hombre rústico será la esencia a irse moldeando alrededor de los principios ético-sensibles sostenidos por una particular filosofía a irse decantando en un tránsito hacia el perfeccionamiento a través del cultivo del espíritu en las experiencias existenciales, a decir de Hernández Cisneros: “En él, como en el hombre inculto, la elaboración de su filosofía ha de hacerse lentamente, casi laboriosamente, dolorosamente la mayor parte de las veces”. En su caso, mediante el sacrificio de las cosas terrenas y materiales para alcanzar la gloria de Dios.
De esta forma José Gregorio Hernández Cisneros asumió la filosofía como una práctica de vida, una especie de bitácora de viaje para ir delineando los horizontes a seguir, siempre siguiendo la estela dejada por la palabra y presencia de Dios, pero en ningún momento perder contacto con su mundo primordial figurado por el hogar a modo de espacio inicial de formación y la pertenecia a un espacio físico-geográfico de singulares características para el encarnamiento de un alma colectiva que nutre la individualidad:
El alma venezolana es esencialmente apasionada por la filosofía… Esta filosofía me ha hecho posible la vida. Las circunstancias que me han rodeado en casi todo el transcurso de mi existencia han sido de tal naturaleza, que muchas veces, sin ella la vida me habría sido imposible. Confortado por ella he vivido y seguiré viviendo apaciblemente.
De allí lo complejo de su libro Elementos de filosofía porque en un intrincado recorrido por la filosofía universal está expresada su particular filosofía, lo cual asume una figura testimonial para orientar rutas de interpretación sobre este singular personaje y excepcional obra. En sus palabras contenidas en una carta a Santos Dominici, del 20 de febrero de 1912:
Para todo el mundo ese libro no es otra cosa que un resumen banal de filosofía, pero a ti te confieso que esa pequeña obra es casi una confidencia, pues en ella están tratadas las cosas que más he amado en mi vida; son mis más caros afectos que lanzo a la calle.
Considerado este aspecto me he atrevido a considerar a José Gregorio Hernández Cisneros, Caballero de la fe, siguiendo las categorizaciones que al respecto hace el filósofo danés Sorën Kierkegaardpara tipificar a quien manifiesta un amor incondicional a Dios, al convertirse Él en su centro de vida y acción manifestada a través de la fe inquebrantable. Reafirmada esta fe a modo de profunda convicción que alienta la voluntad de reconocerse desde la presencia divina, ser parte consustancial de ella mediante la entrega total al servicio de Dios. Más aún, la manifestación de la fe a manera de pasión existencial por parte de José Gregorio Hernández Cisneros, lo ubica de forma determinante en esta alusión kikergiana, a partir de dos perspectivas específicas: la primera, en la soledad reflexiva de la oración a modo de instrumento para acendrar el espíritu frente a la divinidad. La segunda, por su entrega al prójimo y proximidad comunitaria, al ver en el sufrimiento y esperanza del otro, una oportunidad para llegar a Dios.
De este modo quedan articuladas todas las facetas de científico, médico, místico en una nominación enmarcada por la fe y la actitud trascendente de enfocar su vida contemplativa hacia el logro de propósitos terrenos representados por los “más humildes y limpios de corazón”. He allí la evidencia del hombre de espíritu cultivado y la asunción de su práctica humana como complementariedad de su consciencia trascedente. Pero además el Caballero de la fe nunca pierde su contacto con la realidad terrena para regocijarse en ciertos placeres como la música, el baile, de los cuales, nuestro beato fue consecuente practicante. De esta manera el caballero de la fe interactúa en su cotidianidad a partir de la convicción filosófica que da sentido y soporte a su voluntad para convivir en diversos espacios bajo el cobijo de Dios. Más aún, José Gregorio Hernández vincula lo trascendente con lo cotidiano; en un medio profundamente científico-racional, nunca abandona su visión de creyente al actuar según los designios de Dios.
La apertura de nuevas formas de interpretación de la vida y obra de José Gregorio Hernández Cisneros ante su beatificación, es de imperiosa necesidad ante los acechos de la sociedad del espectáculo que seguramente va a tratar de deglutir la figura de nuestro santo de sombrero y pulcro vestir a través de los apropiamientos ideológicos, usos políticos o construcción de parcelas argumentativas que en vez de exaltar, confinan. Y en este sentido nuestra universidad está llamada a convertirse en centro generador de un sinfín de propuestas académicas que abarquen todas las facetas de este hombre de ciencia, ejemplo de bondad y trascendencia mística, desde la mayor rigurosidad para ofrecer al mundo una visión consensuada de la espiritualidad hecha hombre que trasciende cualquier imagen o representación simbólica.
Por lo que el Consejo de Núcleo ha aprobado la creación de una Cátedra Libre e Itinerante José Gregorio Hernández Caballero de la fe, a ser llevada desde el Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Literarias (LISYL), con el objetivo de establecer un ‘diálogo’ permanente en torno a tan emblemática figura, con el fin de difundir su pensamiento filosófico transfigurado en acción de vida, profesión de fe y conversión cristiana, para destacar la espiritualidad como centro generador de todas sus acciones, propósitos y objetivos, tanto en el campo científico, ejercicio médico y actitud mística.Y seguramente este será el inicio de un provechoso repertorio de actividades para honrar a este excepcional trujillano.
Entonces es la oportunidad para celebrar la vida institucional de nuestro Núcleo “Rafael Rangel” de la mejor manera, ratificando compromisos, convocando reencuentros bajo la inspiración de la egregia figura de José Gregorio Hernández Cisneros, el cultor de una Humano-Ciencia que supo conjuntar los criterios científicos con la acción humana consagrada a una filosofía de servicio a Dios y sus semejantes, para demostrarnos que no existen barreras cuando hay voluntad para transformar a través del ejemplo y la acción decidida en pro de los más nobles ideales.
Al respecto, traigo a colación las palabras de otro trujillano de excepción, Mario Briceño-Iragorry, sobre nuestro santo de sombrero y pulcro vestir, dejándonos a través del fino verbo, la más profunda reflexión:
En esta era de indiferencia religiosa y de abandono de los credos salvadores, tener vivo en el espíritu de la juventud el ejemplo de Hernández es ofrecerle luz segura y firme ruta; para una colectividad donde por carencia de ejemplares abundan los tibios y son tantos los que viven ayunos de verdadera comprensión religiosa, la vida meritoria de este santo seglar tipifica anhelos de perfección y es norma de actividades útiles. El ciudadano perfecto, el varón de hogar intachable, el sabio siempre respetado, el maestro admirado, que a todos estos merecimientos supo agregar la sencillez de un espíritu perdurablemente niño y el tesoro de una fe pura y clara, llamado está a vivir como un símbolo de perfeccionamiento en el corazón del pueblo que recibió el beneficio de su albura.
Larga vida a nuestro querido NURR, extendido más allá de estas dimensiones geográficas, sembrado en el corazón de una multitud diseminada por el mundo que por siempre confluirá en estos espacios donde el alma mater sigue arando la tierra fértil para continuar con la siembra de nuevos amaneceres que están por despuntar.
Gracias…
El Paraíso, junio, 2021
Clamor trujillano: no dejemos morir al Nurr
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