Profesor Alí Medina Machado (Foto: Carlos Cegarra)
DISCURSO EN
EL CINCUENTENARIO DEL NURR.
El núcleo Trujillo
está vivo y no se entrega.
Prof. Alí
Medina Machado.
Plaza Bolívar de Trujillo, miércoles
23-06-2022.
DISTINGUIDAS AUTORIDADES UNIVERSITARIAS DE
MÉRIDA, AUTORIDADES VICERRECTORALES DEL NURR, DIRECTIVOS DE LA APULA-NURR,
REPRESENTANTES DE LOS DISTINTOS GREMIOS UNIVERSITARIOS, COLEGAS PROFESORAS Y
PROFESORES, REPRESENTANTES DE LOS CENTROS Y GRUPOS ESTUDIANTILES, MIEMBROS DE
LA ASOCIACIÓN DE PROFESORES JUBILADOS, REPRESENTANTES DE LOS EGRESADOS,
REPRESENTANTES DE LA IGLESIA, INVITADOS ESPECIALES, SEÑORAS Y SEÑORES:
Sangre, sudor y lágrimas costó hacer esta
universidad, este núcleo de la Ilustre Universidad de los Andes. Trujillo. El estado
todo se constituyó en un cuerpo unido y sólido en aquellos días de hace
cincuenta años, para tener una casa universitaria que viniera a formar a sus
hijos carentes de posibilidades de educación superior hasta esos días. No fue
una lucha estéril ni improductiva, y tampoco fue un azar o una concesión
gratuita lo que se cumplió, sino una jornada social épica como nunca antes ni
como nunca después se dio en estos contornos regionales. La Universidad, ésta
que hoy está lamentablemente atacada desde todos los frentes, decaída y
enferma; la Universidad de Trujillo, el Núcleo Universitario de Trujillo, fue
una jornada de gloria que enalteció este gentilicio hasta lo inmenso y lo
trascendente, por el ejemplo de lucha que vino a constituir para el estado y el
país. Muy distinta aquella lucha dada en esos años, a la que hoy no se quiere
dar, para impedir su acabamiento por las fuerzas del mal que la rodean y la
atenazan, y que parecieran estar a punto de lograr su desaparición. Esa y no
otra es la realidad por lo que estamos atravesando.
Esta Universidad, pequeña para la historia
total de la Universidad nacional, pero grande, muy grande para la historia de
la Universidad trujillana, ha costado sangre, porque tiene sus mártires,
estudiantes, es decir, lo más preciado, que cayeron por su defensa, por su sobrevivencia
ante el ataque feroz de regímenes que nunca entendieron, y que siguen sin
entender lo que la Universidad significa desde la condición humana para la
ciencia y la cultura, y para la fabricación de los destinos sociales
nacionales. El plasma derramado en este Núcleo Universitario ha sido la
portentosa sangre de sus estudiantes. Y eso debe ser un llamado de atención
siempre. Pero es sudor nuestra Universidad, el sudor físico y moral que se ha
exhalado siempre para ir logrando su trayectoria útil, su devenir como
institución académica de formación humana espiritual. Y lágrimas, las infinitas
lágrimas que se han derramado en los momentos de triunfo y de fracaso; de
gloria y de dolor, que aquí se han generado; que ambos acompañan lo humano,
como sucede naturalmente dentro de toda institución o comunidad organizada como
cuerpo viviente también humanizado.
Y el otro ingrediente de esta biografía de
cincuenta años, es la muerte: sí, la muerte, la desaparición física de muchos
de sus miembros, entre ellos profesores mayoritariamente, y estudiantes,
administrativos, técnicos y obreros que, uno a uno, en el tiempo, fueron
desapareciendo, con el consabido dolor y pérdida de su presencia y significado
para la institución y el grupo familiar y social. En el caso de los profesores,
cuántos, muchos han fenecido, diré de entre ellos, sus mismos fundadores, los
doctores Pedro Rincón Gutiérrez y Antonio Luis Cárdenas, sus primeros
coordinadores, profesores de la talla de José Vicente Scorza y Elina Rojas, dos
solamente que nombro para simbolizarlos y retrotraerlos como ejemplo de lo que
tenemos que ser los profesores, de cómo debemos actuar y comportarnos, de lo
que debe darse con el trabajo y la entrega a la Universidad, antes que recibir
de la Universidad, con ese sentido de pertenencia practicado con fe y mística,
como ellos y otros lo practicaron,
ejemplo vocacional y de apostolado en que debemos fijarnos para conducirnos y
actuar siempre; y con mayor fuerza y tesón en estos tiempos de agresión e
indefensión, para que esta Universidad autónoma y democrática no se muera, como
la estamos viendo languidecer en días tan aciagos e impredecibles. Gloriarlos e
invocarlos como un acto de justicia y de redención. Listarlos y renombrar a
muchos de ellos que supieron ser universitarios, y engrandecerlos para la
reaparición de una conciencia institucional necesaria. No creo exagerar, pero
tenemos cerca de cien profesores muertos en esta historia andada, lo que nos
dice que el NURR no ha sido poca cosa en la construcción de la biografía
trujillana contemporánea, hecha y sostenida en gran parte desde el interior
mismo de esta casa universitaria regional.
Esta institución se formó para lo grande y
para lo hermoso. Y así ha sido, quiera o no quiérase reconocer. Sus jornadas
intelectuales de ciencia y humanismo han sido intensas y productivas. La
formación de ese vasto caudal de profesionales en distintas ciencias se cuenta
por miles en la sola cantidad numérica: pero infinita así mismo en los
múltiples sentidos que, para esta sociedad, ha constituido la Universidad. No
en falso se ha llamado “la empresa de siglos”. Y es cierto, esta casa
hoy en peligrosa mengua, por lo que ocurre dentro y fuera de sus espacios
inmediatos, constituye históricamente la primera empresa secular de esta
entidad geográfica, por encima de todas las anteriormente conseguidas; y
dificulto que en el futuro habrá otra como ella. En el futuro en Trujillo, no
llegará a haber otra Universidad como el NURR, jamás la habrá.
Premonitoriamente es así. Y si esto lo comprendieran los que hoy la afrentan y
lastiman.
La Universidad es la empresa más grande de
toda sociedad humana organizada. La forma de vivir más especializada, la de
mayor mirada constructiva. La mayor suma de felicidad para una sociedad. Por
esta Universidad, Trujillo comenzó a tener su vida definida, concreta y
proyectada. La inigualada luz trujillana desde el concepto de Cecilio Acosta,
se comenzó a conseguir desde estos espacios hace cincuenta años: desde el
reducto de Carmona que fue su génesis, hasta esa casa más grande, la Villa
Universitaria de El Prado, que fue casa llena y bulliciosa en años pasados, y
que por extraña paradoja, se ha venido
empequeñeciendo, no solo ante la mirada atónita de todos nosotros, sus
integrantes, sino de una colectividad regional que pareciera no
comprender el daño que se hace a sí misma por culpa de su marcada indiferencia,
desinterés y apatía mostrados ante lo
que viene ocurriendo en estos últimos tiempos en esta casa superior de
estudios, la primera y fundamental del estado.
Hubo sentido de grandeza que hoy no lo hay;
hubo un gran sentido de pertenencia que viene desapareciendo como un contagio
envolvente y muy peligroso, si no se
cambia de actitud para un urgente despertar que debe hacerse sin dilación y con
fuerza; más aún, con el amor, el enamoramiento y la lealtad que debemos tener
los trujillanos por la institución que es la primordial razón de ser de nuestra
región, y para garantizar y preservar el presente y el futuro de una gran masa
de estudiantes que, todos ellos, con
gallardía y arrojo se muestran renuentes a abandonar sus posiciones como
estudiantes ulandinos en este centro tan calificado de la ULA.
Estamos celebrando los primeros cincuenta años
del NURR; festejándolos de una manera
diferente, en medio de un clima hostil que nos atosiga y nos conmueve. En medio
de un ataque feroz por parte de una incomprensión que nos cuesta entenderla,
aunque sabemos lo que es capaz de hacer, sin medir las
consecuencias. Estamos loando por encima de todo el sentido y los logros de un
proyecto de vida regional trujillana que se dio desde los primeros años de la
octava década del siglo XX. Celebrando una jornada exitosa y productiva, pues
allí están sus frutos. “Por sus frutos lo conoceréis”, como dice el axioma.
Alabando una larga y hermosa historia hecha con sentido de grandeza, mírese
como se mire. Encarecer al NURR, aplaudir a esa Casa Grande, la ULA, de la que
se desprendió como un tronco vivo, ¿Qué vamos a conmemorar? Esta memoria que
rendimos como cuenta, Eso es lo que celebramos, un triunfo, una inmensa
rendición de cuentas, una memoria útil, muy útil para el corazón vivo de
Trujillo.
Por otra parte, aunque nos amenaza la canalla,
tenemos que sobreponernos. Toca a los profesores sobreponernos y salir a luchar
en primer plano, en la trinchera más alta, en la vanguardia. Es a los
profesores a quienes compete la más grave responsabilidad en este difícil
trance universitario que se viene padeciendo. Con su asistencia al recinto
universitario, con el cumplimiento de sus quehaceres cotidianos, con su cerebro
y espíritu trabajando al unísono para dejar ver que la Universidad está viva y
palpitante y que es, por ello indestructible. Se necesita mirar hacia atrás
para ver qué fue lo que hicieron aquellos fundadores, cómo se enfrentaron y
vencieron a la inquina, porque no solamente ahora tiene la Universidad sus
detractores. Tenemos que mirar y recoger los frutos efectivos de pasados
dirigentes profesorales y gremiales, que hicieron la gran siembra que hemos
venido recogiendo; porque si miramos la historia total del NURR, ella es
heroica en plenitud, hazañosa en realizaciones, testimonial en manifestaciones
de grandeza: qué más que la gran integración institucional lograda en los
espacios de Carmona y de El Prado.
Lo mismo que al Gremio, al que hay que hacerle
un llamado de atención, como pedirle que no dejen amainar los grandes programas
que los hubo, desde el punto de vista académico y cultural, sin dejar que se
pierdan las conquistas conseguidas en la protección asistencial y las otras
reivindicaciones de importancia. Hay que recuperar espacios perdidos, con
llamados a la participación; rescatar e idear otros programas, tener abiertos
los espacios para el debate o la simple estadía amigable en el descanso. Hay
que romper el silencio y el ocio inoficioso que se ha venido instaurando en los
espacios universitarios, entre ellos, los de la sede de APULA. Que se reabran
los concursos literarios que hicieron historia y que dieron nombradía y proyección a la APULA, y a muchos
profesores de Mérida, Táchira y Trujillo, como una hermandad; que se diseñen
proyectos para que los profesores lleven sus inquietudes y sus realizaciones;
que desde APULA se pueda irradiar la producción científica y literaria de los
profesores y de las profesoras, que mucho se está haciendo, pero que no tiene
salida, menos estímulo. El Gremio profesoral aún puede ser innovador,
proactivo, emprendedor.
Me parece oportuno parafrasear el pensamiento
de Don Mario Briceño Iragorry, quitárselo prestado, y con su permiso hacerle un
acomodo conveniente para una imprecación: Qué bueno y honroso sería que el
nombre de cada uno de nosotros no apareciera en una funesta lista histórica de
los que con su obrar y su silencio dejaron acabar con una institución de tanto nombre y renombre
como es el Núcleo Universitario de Trujillo, la Universidad de los Andes en
Trujillo.
Ese y no otro es el reto que tenemos por
delante: salir a reclamar a los agentes
empeñados en entregar nuestra Universidad a una imponderable aventura que lo
ronda, que este Núcleo “Rafael Rangel” está vivo y no se entrega, que
será eterno como la más grande casa de la educación y la cultura trujillanas de
hoy y de siempre, y que las fuerzas del mal no prevalecerán contra él. E
insisto con Don Mario, a quien cito: “Desde ese humilde plano de nuestras vidas debemos
cumplir con este deber irrenunciable y obrar correspondientemente y contribuir así, con la pequeñez de nuestros
actos, a preservar la prosperidad y la gloria de nuestra Universidad”.
Tuñón de Lara, historiador español lo dijo: “Los
problemas mayores de la historia social son las acumulaciones y los
empobrecimientos”. Entonces, no acumulemos una mayor miseria, y no
contribuyamos a los empobrecimientos.
¡LA UNIVERSIDAD DE TRUJILLO ESTÁ VIVA! ¡VIVA LA UNIVERSIDAD DE TRUJILLO!
Al Núcleo Universitario “Rafael Rangel” en su cincuentenario | Opinión por el profesor Alí Daniel Medina Ángel
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