PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ EN LAS PUERTAS DEL TIEMPO
TRUJILLANO (Y II)
*Por
el profesor Alí Medina Machado. Cronista del NURR-ULA*
Agosto
de 2023.
Haciendo
una breve remembranza vital de tan señalado ciudadano que fue Pedro Rincón
Gutiérrez, podemos determinar que su existencia se vio guiada por un periplo,
viaje o recorrido que lo movió lineal y espacialmente desde la más tierna edad,
por varios espacios territoriales nacionales, pues su oriundez la fijó el
destino en un pequeño lar de la ciudad de Maracaibo, llamado La Cañada de
Urdaneta.
Allí
hubo la patria germinal para aquel niño nombrado Pedro, nacido en un humilde
hogar, desde la perspectiva material, pues su padre era agricultor y su madre
ama de casa, según lo escrito por biógrafos autorizados. Pero, a su vez, se
deduce que era un hogar nutrido de contenidos espirituales, pues la madre, en
este caso, visionaria tal vez o predispuesta a buscarle otra suerte más
propicia a sus hijos, se fue con él para otra tierra, esta vez un pueblo del
Táchira, específicamente la ciudad de Táriba, donde encontró asidero cierto
para su pequeño, al que puso en buenas manos salesianas.
En esta
congregación comenzó aquel ser a desarrollar no sólo su consistencia corporal
sino su inteligencia para lo más bello y lo más deseable que es la educación en
conocimientos y valores. El cobijo de los salesianos, dados a la educación y la
formación de la persona humana desde su misma niñez y pubertad, de acuerdo a la
razón de ser de esa congregación, permitió en aquel jovencito abrir los ojos a
la vida, y los supo abrir seguramente viendo su progresión formativa que
siempre fue sin pausas ni interrupciones, lo que viene a constituir un valor
agregado a su personalidad.
Don Andrés Bello nos dice que la
naturaleza “da una sola madre y una sola patria” y, por su parte, Gonzalo Picón
Febres también dice que la “patria es el terrón donde se nace”. Este concepto
de patria lo podemos ver en Rincón Gutiérrez, pues por fragmentos vitales lo
vino compartiendo a la par de su crecimiento humano hasta que se sintió unido,
solidario y vinculante entre esas tres demarcaciones geográficas que lo
constituyeron: Maracaibo, Táriba y Mérida, los tres estamentos que lo
conformaron y animaron en el tiempo de su preclara vida.
El hizo que lo natal y lo adoptivo se
confundieran en una fusión, en un fortalecimiento de lo que fue una nación para
él, la gran nación venezolana que vivió en su corazón de hombre grande para las
cosas esplendentes de la trascendencia.
Su tercera estación, definitiva y
decisiva para armar su inmensa estrella fue la ciudad de Mérida. Cómo la amó y
la sirvió; cómo la entendió y la construyó para la verdadera grandiosidad y
monumentalidad. Él aplicó a Mérida los tres grandes componentes del arte
griego: la grandiosidad, la monumentalidad y la espiritualidad.
Desde Rincón Gutiérrez Mérida
incrementó sustancialmente el goce de estas tres caracterizaciones que le dan
nombre y trascendencia de gran ciudad nacional y continental. Y si extraemos
esto al concepto de Picón Salas vemos que, “La mente del hombre reflexivo es la
primera potencia liberadora y trae al espíritu el testimonio de otras almas que
después de recorrer su obligada porción de laberinto o luchar como Jacob con
los incómodos ángeles de la noche, encontraron por fin la claridad. Si la
cultura sirve para algo es para canalizar el desorden y el frenesí”. (1963, p.
8).
Visionario como fue desde su edad
temprana, Rincón G. hubo de comenzar a desarrollar ese carácter de visor de
realidades que le fue insuflando esa potencia liberadora del espíritu para
encontrar un quehacer efectivo y útil, la clarificación de un horizonte que
elucubraba con fuerza su mentalidad agresiva y que hizo eclosión una vez tuvo
el poder y los recursos que la vida le puso delante cuando comenzó a ser rector
de la Universidad: la rectoría como fuente para la fabricación de su obra: la
Universidad, en la que vemos, gracias a él, esos tres elementos griegos visualizados uno a uno en Mérida, la ciudad grandiosa
y monumental producto de “la mente del hombre reflexivo”, que “encontró la
realidad” hombre culturizado por una trayectoria acumulativa de saberes
diversos entre la ciencia y el humanismo, que “canalizó el desorden y el
frenesí” y le dio a la ciudad esa condición de espiritualidad que resume desde
su Universidad expandida hasta la vasta historia que la sustentan su geografía
y sus grandes hombres desde la ilustración y el trabajo.
Su formación juvenil tuvo otro cauce
propicio, esta vez el Colegio “San José”, de Mérida, al que llegó también,
pudiéramos decir, providencialmente, pues se conoce lo que allí logró en ese
seno hogareño y educativo con grados de igualdad; casa y escuela para
constituirse en un ser humano bellamente integrado para saber percibir el mundo
y comenzar a servirlo desde la verdad y la realización.
Habla su biografía de un momento o
lapso sumamente importante cuando se analiza su personalidad y su vida: su
época de formación universitaria en la Universidad de Los Andes,
específicamente en la facultad de Medicina, a la que ingresó en 1941 y egresó
graduado de médico en 1947. Se cuenta que fue buen estudiante: tuvo que haberlo
sido. De haberse constituido con mucha solidez interior, robustecida su
inteligencia para lo que hizo después con tan grande obra que llena y aun
sobrepasa su historial de persona trascendida.
El perfecto cumplimiento de
obligaciones y propósitos define muchas veces el éxito humano, se forma el
dirigente, es decir, el sujeto activo que logra transformar las cosas bajo su
dirección, que las asume con pasión, sin temor a los riesgos, sólo pensando en
que serán grandes y útiles en el futuro, como grandiosas y satisfactorias son todas y cada una de las
obras universitarias que Rincón G. en función de Rector dio a la ciudad y al
estado Mérida, para que ciudad y estado tuvieran la certidumbre de una vida más
llena y cubierta por el desborde de la inteligencia en ciencia, humanismo, arte
y cultura, es decir, civilización y modernidad que se congrega en sus predios
para desde ese orden proyectarse al mundo entero, como en perfecta
metaforización visualizó su pensamiento hace ya siglos el humanista Don Cecilio
Acosta.
Pero ¿qué fue lo que hizo Rincón
Gutiérrez, fundamentalmente en la serrana ciudad de Mérida, que le ha dado
tanto celebridad y titulaciones?
Mucho, podemos responder. Él fue
hombre de ciencia y de humanismo. Y su obra es esa: ciencia y humanismo desde
una Universidad que se regó espacialmente hasta cubrir el ámbito territorial de
una ciudad, e irse desparramada para otras ciudades, en otras entidades. ¡Casi
nada! responde la conseja popular ante estas disposiciones y logros
trascendentes. Distribuyó certeramente la tarea de la Institución, el programa
integral de la Casa Superior.
Lo hizo no con la temblorosa posición
del director pesimista, que no calcula bien, ni arriesga más allá de su miedo,
sino con la disposición de un auténtico emprendedor, que enciende de volúmenes
y horizontes su proyecto y lo echa a andar, como sucedió en su caso siendo
rector. Aunque también tuvo la sabia disposición de dejar enhiestos y activos
en sus sitios los edificios y estamentos tradicionales de la institución, esos
distinguidos y bellos signos patrimoniales merideños que otro hombre, Manuel
Mujica Millán, desde el arte y la arquitectura donó a la vieja ciudad.
La ciudad tiene tantas definiciones y
hay múltiples conceptos sobre ella, por caso, la Dra. Ligia Calderón-Trejo,
anota uno de ellos cuando dice que es “El lugar de la realización del ser o
anhelo supremo de alcanzar una vida digna y feliz. Ser bueno es estar
relacionado con estar bien, un bienestar asociado a la imagen cálida de la casa
y, por extensión, a la ciudad que la cobija.
Se trata de una visión clásica de la
ciudad que contiene mucho de lo sustantivo de ella como hecho colectivo”.
(2012, p. 29). De los innúmeras definiciones sobre la ciudad como producto
cultural, sólo esta nos basta para
dimensionar lo que fue para Mérida las transformaciones civiles hechas con las
construcciones universitarias que a todo nivel, y en muchos lugares, estuvo
haciendo por años el Rector Rincón G., todas ellas propicias a la vida, no sólo
de la comunidad universitaria en sí misma, sino de la cobertura urbana que, más allá de la Casa de Estudios, fue
logrando en los espacios centrales y periféricos de la urbe, como lo determina
suficientemente el largo listado de construcciones y organismos creados que
enumeran investigadores ocupados de la vida y la obra de nuestro “Rector
Magnífico”.
El ser merideño, desde ser meramente
un sustantivo llámese cualquier cosa, mejoró su calidad de vida, la “estetizó”
(valga el neologismo), con los nuevos espacios que le proporcionó “una vida
digna y feliz”, más que la de antes; comenzar a estar mejor, a estar bien, “un
bienestar asociado a la imagen cálida de la casa”, porque la casa es, en este
asunto, la Universidad, que es, a su vez, la familia grande merideña, el mayor
hogar de su historia, la habitación suprema, el bendecido aposento de la
merideñidad de ayer y de hoy. La acción emprendedora de esa transformación que
en su tiempo de rector hizo el rector es, en síntesis: un nuevo y magnífico
“escenario de lo humano”, para desplegar otras historias en el presente y en el
porvenir.
Esta es la parte principal de la
historia de vida del Rector de Rectores, pero no toda, porque sus resoluciones
y disposiciones son una vasta red de realizaciones positivas que cambiaron la
historia de la ULA, y cuidado si no tiene asidero decir que Pedro Rincón
Gutiérrez partió la historia de Mérida en dos porciones, una cumplida de
llenuras que contiene su pasado, y la otra, ésta que comenzó con la grandeza de
su rectorado, y que ahora, celebrándolo
desde su trascendencia se llena de esperanzas y de fe, no importa la canalla
que la afrenta y la envilece hasta el desfallecimiento, pues de esta calamidad
de hoy día va a resurgir con otras fuerzas, entre ellas, el ideario moral de
Perucho, ahora sí Perucho, nombrado así desde el fondo del corazón; la nueva
Universidad que proyectó e hizo a Mérida, fundamentalmente, pero también a
Trujillo y al Táchira.
Hoy lo invocamos con fuerza, lo
hacemos con un vocativo permanente para que su ideario nos dé fuerzas, vida
espiritual, carácter y palabra para luchar por nuestro Campus, tal lo dijo el
Dr. Roberto Rondón Morales, al llamarnos a recordar “el esplendor de la ULA, no
como consuelo sino como reto”. (Blogacademiademerida.org.ve/).
En apretada síntesis quiero
reproducir ese florilegio, ese archipiélago urbanístico de edificaciones
universitarias que Rincón G. destalló en sitios urbanos concretos de la ciudad serrana. “La
ciudad se desplazó”, dice un reportaje en Internet. Y el discurso de Rondón
Morales, reproducido detalla los lugares: “Esa vieja ciudad circunscrita entre
las Plazas de Milla y Glorias Patrias soltó amarras en todas las direcciones
después de 1958, inicio de su rectorado, y la Universidad representada en dos
pequeños núcleos, en el centro de la ciudad, y en la Avenida Tulio Febres
Cordero, tomó caminos hacia La Hechicera con el Núcleo Técnico Científico,
hacia Liria con el Núcleo Humanístico Social y Campo de Oro, Núcleo Médico
Biológico, con el HULA y la Facultad de Farmacia, quedando el espacio para
Medicina y Odontología”. (Ídem.)
Hombre trascendido a su espacio
merideño fue Pedro Rincón Gutiérrez, la geografía andina la ubicó en su
pensamiento y la accionó también en sus emprendimientos en esas dos ciudades
madres que son San Cristóbal y Trujillo. Allí depositó su buen corazón para una
nueva cosecha trascendente de la historia contemporánea, como ha resultado ser,
el germen de su acción rectoral, en conjunto con otros prominentes ciudadanos
que, en el caso de Trujillo, cuentan en su acervo fundador y primeros pasos con
los nombres de Antonio Luis Cárdenas, Ernesto Pérez Baptista, Isidro Rodríguez,
Ismael Valero Balza y otros notables académicos. Todos ellos dieron un perfecto
cumplimiento a su compromiso profesional y ético, y hoy el tiempo guarda sus
nombres incorruptibles para el testimonio moral que brindan los pueblos a los
edificadores de sus procesos colectivos.
Y aparece también en la consideración
global de este acontecimiento sociohistórico, una faceta de la personalidad de
Rincón G., que también fue causa de incidencia para que aquella obra se diera
en esos años nunca terminados de nombrar en el tránsito entre la década del
sesenta y el setenta del siglo XX trujillano. Se trata de su carácter tan
amistoso con personas de su afecto con las que trató y compartió una gran
compañía fraterna y coloquial, por qué
no, de la que salieron ideas y proyectos que ayudaron a consolidar aquella
disposición tan grata al destino histórico de la creación de la extensión de la
ULA en Trujillo, ciudad que junto a las ciudades de Valera y Boconó,
fundamentalmente, tenían personas, mujeres y hombres como Mireya Mendoza,
Arturo Luis Barroeta y Humberto González Albano en Trujillo, Aura Salas Pisani,
Jacob Senior C. en Valera y Miriam Sambrano de Urosa y Lourdes Dubuc de Isea en
Boconó, entre otros, personas animosas que en reiterados momentos compartieron
con ese Perucho diletante y expresivo en la tertulia afectiva de su inmenso
corazón tallado desde la misma espiritualidad de su mundo interior.
Finalmente, con Briceño Iragorry a
nuestro lado, inquirimos por el estado moral del hombre trujillano de hoy, para
demandarle su valor existencial, lo mismo que a los pueblos regionales, y
preguntarles, como lo hizo Don Mario: “¿Qué somos?”, ¿Cuál es la razón que debe
guiarnos?, ¿Qué debemos hacer? En su cavilación el gran conterráneo dejó asomar
algunos tópicos de los que pueden inferirse valores y compromisos, como el
orden moral que nos eleva, el buen sentido, la unidad y permanencia, que
siempre deben “hundirse en la conciencia humana” para que sean imponderables y
vigorosos, “a la manera de ondas cargadas de energía espiritual”, como lo pidió
siempre el sentido de su discurso total. Ciertamente, estas interrogantes y
conceptos son perfectamente válidos para un exhorto o mandato que debe aparecer entre nosotros, trujillanos
y no trujillanos que conviven en esta geografía, para que en actos de
generosidad, y con talante trascendente, se fije con caracteres tangiblemente
visibles , el nombre y la memoria de ciudadanos que, como el Doctor Rincón Gutiérrez fueron bastiones de
humanismo por su vida y su obra; fortalezas humanas de permanente
presencia para una conducción colectiva,
elementos frontales para los grandes y pequeños retos impuestos por las
realidades sociales tan exigentes y comprometedoras: “una presencia sagrada”,
si se quiere, que obre sobre la conducta y la acción de dirigentes y dirigidos
en procura de una comunidad solidaria para logros efectivamente perdurables.
Nos conviene entonces,
perentoriamente, en un gran acto de conciencia elevar nuestras voces en procura
de que, desde el seno mismo del Núcleo Universitario Rafael Rangel, se concrete
en imagen material la presencia guiadora del Dr. Rincón Gutiérrez, tanto en la
Casa de Carmona como en la sede de la Villa Universitaria de El Prado, pudiera
ser un retrato suyo, un busto con su efigie, un párrafo de su pensamiento
académico. Que todos digamos con emoción y respeto, al mirarlo o leerlo en la
pared: Él fue el primer impulsor de esta obra educativa, su creador. Él dio
vida universitaria a nuestro suelo. Él dio el mejor destino a nuestro estado,
Gracias Rector Magnífico, gracias por tu generosidad.
Y lo mismo pudiera hacer la comunidad
externa al NURR, si todavía queda en su gente esa significancia tan humanitaria
de glorificación y honorabilidad inscrita en la estrofa inicial del himno
oficial de esta entidad regional.
REFERENCIAS BIBLIO-HEMEROGRÁFICAS
Briceño Iragorry, Mario. 1953. Aviso
a los Navegantes. Caracas. Ediciones EDIME. 1956. La Hora Undécima (Hacia una
teoría de lo venezolano).
Caracas-Madrid. Ediciones Independencia.
Calderón-Trejo, Eligia. 2012. Mérida,
1870 – 1920: Historia, memoria e imagen. Mérida. Talleres Gráficos
Universitarios
Fonseca, José Félix. 1959. Hojas
errantes. Trujillo. Imprenta Oficial del Estado Trujillo.
Medina Machado, Alí. 197O. La
Universidad – Trujillo. Periódico multigrafiado.
Picón Salas, Mariano. 1963. Hora y
Deshora. Caracas. Editorial Arte.
Quevedo Segnini, Gilberto. 1980.
Pampán y sus Gentes. (Estelas perdurables), Trujillo. Imprenta Oficial.
Rondón Morales, Roberto.
Blogacademiademerida.org.ve/
Silva, Ilmo. Dr. Antonio Ramón. 1911. Patriotismo del Clero de Mérida. Mérida. Imprenta Diocesana.
Pedro Rincón Gutiérrez en las puertas del tiempo trujillano (I)
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