La ternura como principio formativo: Iglesia doméstica y pedagogía de la sensibilidad en José Gregorio Hernández

 

LA TERNURA COMO PRINCIPIO FORMATIVO: IGLESIA DOMÉSTICA Y PEDAGOGÍA DE LA SENSIBILIDAD EN

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ

El Dr. José Gregorio Hernández Cisneros “encarna una forma de enseñanza que integra dimensiones éticas, religiosas y científicas en un horizonte común de servicio y humanización” (Imagen Referencial)

Por:

Dr. Luis Javier Hernández Carmona

Coordinador General LISYL ULA NURR.

Trujillo, Venezuela.

 

Este artículo analiza la dimensión pedagógica en la formación y praxis de José Gregorio Hernández, articulando dos núcleos fundamentales: la Iglesia doméstica como espacio de transmisión de valores religiosos y morales, y la enseñanza de la ciencia bajo una pedagogía de la sensibilidad. Se argumenta que, en Hernández, ternura, ejemplo y observancia constituyen un entramado pedagógico que integra fe y ciencia en un horizonte éticohumanista, anticipando debates contemporáneos sobre la humanización del saber.

1. Introducción

La figura de José Gregorio Hernández (1864–1919), beato de la Iglesia católica y médico venezolano, ha sido abordada desde ángulos históricos, religiosos y sociales. Sin embargo, un aspecto aún poco explorado reside en la pedagogía implícita en su vida y obra. Más allá de su labor como médico y docente, Hernández encarna una forma de enseñanza que integra dimensiones éticas, religiosas y científicas en un horizonte común de servicio y humanización.

El presente trabajo se propone indagar en esta dimensión pedagógica a partir de dos ejes: (a) la Iglesia doméstica como lugar de formación espiritual y moral donde la ternura y el ejemplo constituyen pedagogías fundacionales; y (b) la enseñanza de la ciencia como pedagogía de la sensibilidad, en la que el conocimiento médico se comprende inseparable del cuidado humano. El objetivo es mostrar que la vida y enseñanza de Hernández revelan un paradigma que hemos denominado HumanoCiencia: un saber que une fe, ética y ciencia en servicio a la vida.

2. Iglesia doméstica y pedagogía del ejemplo

El Concilio Vaticano II recuperó el término ecclesia domestica para designar al hogar cristiano como el primer lugar de formación en la fe (Lumen Gentium, 1964). En el siglo XIX, esta noción se vivía más como práctica cotidiana que como formulación teológica: la familia era espacio de oración, disciplina y transmisión de virtudes.

En este ambiente se formó José Gregorio Hernández. Su hogar, impregnado de fe y austeridad, constituyó una escuela de virtudes en la que la pedagogía no se transmitía mediante discursos, sino por medio del ejemplo y la observancia. La ternura en este contexto no era mero afecto, sino una ética del cuidado encarnada en los gestos cotidianos: el respeto, la oración compartida, la solidaridad con el prójimo.

Como sostiene Leonardo Boff (1999), la ternura es “una categoría de la ética de la compasión, que humaniza la relación entre las personas” (p. 47). En el hogar de Hernández, esta pedagogía de la ternura forjó una conciencia moral donde fe y vida no se contraponían, sino que se integraban en un horizonte de coherencia.

3. Ciencia y pedagogía de la sensibilidad

La formación académica de Hernández en la Universidad Central de Venezuela y en la Sorbona le permitió entrar en contacto con el positivismo dominante de finales del siglo XIX.

Sin embargo, su práctica docente se distanció del cientificismo reduccionista: su enseñanza de la medicina se caracterizó por una orientación ética y humanista.

La pedagogía de la sensibilidad en su enseñanza médica se manifestaba en dos aspectos:

        1. La convicción de que la medicina no era solo un saber técnico, sino un acto de cuidado.

       2. La idea de que el médico debía cultivar no solo el intelecto, sino también la capacidad de empatía y compasión.

Como afirma Martha Nussbaum (2001), la educación de las emociones es inseparable de la formación ética; sin sensibilidad, el conocimiento corre el riesgo de convertirse en “cálculo frío desprovisto de humanidad” (p. 21). Hernández encarnó esta visión al transmitir a sus estudiantes que detrás de cada diagnóstico había un ser humano sufriente.

En este sentido, puede considerarse un precursor de la medicina humanizada, hoy tan discutida en bioética. Para él, ciencia y sensibilidad eran inseparables: la primera provee el conocimiento, la segunda lo orienta hacia el servicio y la dignidad de la persona.

4. Integración de fe y ciencia: hacia una HumanoCiencia

El legado pedagógico de Hernández radica en su capacidad de integrar horizontes aparentemente opuestos: el rigor científico y la ternura formativa; la fe heredada del hogar y la racionalidad universitaria. Esta síntesis puede denominarse HumanoCiencia, en tanto saber que no se limita al dato, sino que lo abre a su dimensión ética y trascendente.

Hans-Georg Gadamer (1993) subraya que la experiencia de la salud remite siempre a un horizonte de sentido, más allá de la objetividad médica. Hernández, en su práctica, ya intuía este principio: la enfermedad no es solo fenómeno biológico, sino drama humano que exige compasión.

De allí que su figura se convierta en un referente pedagógico: un médico-profesor que supo enseñar ciencia sin deshumanizarla, y una persona de fe que no redujo la espiritualidad a intimismo, sino que la proyectó en servicio concreto.

5. Conclusión

La pedagogía implícita en la vida de José Gregorio Hernández permite articular ternura, sensibilidad y ejemplo como principios formativos que trascienden tanto el ámbito familiar como el académico. En su hogar aprendió la ternura como forma de cuidado y observancia; en su aula y práctica médica enseñó la ciencia desde la sensibilidad.

Su legado constituye un paradigma pedagógico para el presente: la necesidad de una educación que no se reduzca a la transmisión técnica, sino que integre cuidado, compasión y ética en el corazón del saber. En tiempos donde la ciencia corre el riesgo de deshumanizarse, la figura de Hernández nos recuerda que la verdadera educación no consiste en acumular información, sino en formar conciencias sensibles al sufrimiento humano.

En esta clave, José Gregorio Hernández no es solo un beato venerado por su fe, sino un pedagogo de la ternura y de la sensibilidad, cuya enseñanza anticipa el desafío contemporáneo de humanizar la ciencia y reconciliarla con la vida.

Referencias

• Boff, L. (1999). El cuidado esencial: ética de lo humano, compasión por la tierra. Madrid: Trotta.

• Gadamer, H.-G. (1993). El estado oculto de la salud. Barcelona: Gedisa.

• Lumen Gentium (1964). Constitución Dogmática sobre la Iglesia. Concilio Vaticano II.

• Nussbaum, M. (2001). Upheavals of Thought: The Intelligence of Emotions. Cambridge: Cambridge University Press.

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