Concepto de ciudadanía en José Gregorio Hernández | Ponencia Concepto de ciudadanía en José Gregorio Hernández | Ponencia
* Alí Daniel Medina Ángel,
Politólogo, MSc. y profesor del Nurr-ULA,
adscrito al Departamento de Ciencias Sociales*
*Ponencia presentada en
el I Encuentro Trujillano Dr. José Gregorio Hernández realizado el 13 de mayo
de 2021 en el antiguo Centro de Historia y retomada en el marco del 49
Aniversario del Nurr-ULA, conmemoración institucional en homenaje al beato
trujillano Dr. José Gregorio Hernández*
Introducción.
A lo largo de la
historia de las ideas, el concepto de ciudadanía ha tenido un tratamiento
sistemático y recurrente. Su esencia constitutiva ha sido abordada desde distintas
perspectivas propias de las ciencias humanas y sociales, sobre todo, y de
manera muy específica, por parte de la filosofía política. Ha sido desde la
reflexión filosófica que la palabra ciudadanía y, por ende, la de ciudadano,
han encontrado su verdadero significado. En este sentido, gran parte del
tratamiento teórico-conceptual de la expresión ciudadanía, ha girado en torno a
ciertos elementos axiológicos y ontológicos cuya intencionalidad práctica no ha
sido otra que la de generar en distintos grupos humanos modelos de vida coherentes
con un desarrollo integral. Concretamente, los valores sociales, su
aplicabilidad e influencia en el devenir del ser humano y en su integración
económica, social y cultural, han constituido la base fundamental para la
construcción ideal de un mundo diferente; es decir, de un espacio amplio de
convivencia donde la reflexión, la participación y la inclusión, se asumen como
principios característicos.
Así ha sido desde la
visión greco-romana, donde la moral práctica vislumbraba un ideal del hombre íntegro,
con excelencia sustantiva, hasta convertirlo en un "ciudadano" con un
cierto grado de libertad efectiva muy particular. Por otra parte, a partir de
los siglos XVII y XVIII, específicamente a raíz del surgimiento de la
Ilustración, el concepto de ciudadanía adquiere connotaciones
jurídico-políticas relevantes, donde los derechos y las libertades individuales
formarán las bases sobre las cuales se erigirá la vida humana en sociedad.
Conforme a ello, entonces, esa vida colectiva, en su proceso de desarrollo,
asumirá como referentes de valor la justicia, la responsabilidad individual, la
solidaridad para con los semejantes y la convivencia ciudadana. En suma, estos
referentes de valor no son más que el marco general sobre el cual se podrán
concretar los modelos de vida ciudadana al que toda persona, independientemente
de su posición o condición social, puede aspirar.
Ahora bien, enlazar
todo un conjunto de principios teórico-normativos, de referentes de valor y de
modelos de vida cívica con la figura de un ser humano tan excepcional como lo
es José Gregorio Hernández Cisneros, resulta una tarea sumamente atractiva y a
la vez comprometedora. Atractiva, por cuanto no es un secreto que la figura de
santidad de tan insigne venezolano genera pasión, fe, entusiasmo, esperanza y
fidelidad perenne en un amplio y diverso colectivo social cuya devoción es por
lo demás incuestionable. Y constituye un compromiso intelectual, por cuanto
estudiar la obra sustantiva de un personaje tan eminente en cuanto a su labor
científica, investigativa y de servicio público, requiere seguramente de una
visión intelectual de largo alcance, de una precisa y nítida consideración
teórica y, finalmente, de un criterio lo más ajustado posible a la verdad
histórica.
Las ideas que se presentan a continuación, están enmarcadas en una concepción integral del significado de ciudadanía en la figura de José Gregorio Hernández Cisneros. Las mismas se desarrollan en tres apartados temáticos que incluyen, en primer lugar, unas breves consideraciones conceptuales de la ciudadanía; en segundo término, un acercamiento exploratorio de los valores ciudadanos presentes en la vida y obra de tan ilustre hombre público y, como tercer y último punto, la ubicación de José Gregorio Hernández Cisneros como arquetipo de civilidad desde la religiosidad.
Breves consideraciones sobre ciudadanía.
El concepto de
ciudadanía ha sido uno de los tópicos que mayor controversia y discusión ha
generado en la literatura especializada sobre la materia. Desde el campo de la
filosofía, la historia, el derecho, la educación, entre otras especialidades,
las implicaciones teórico-conceptuales inherentes a cada una de ellas, han sido
de diversos tonos. Unas posiciones ubican el ser ciudadano dentro de las
consideraciones sobre derechos y garantías; otras, puntualizan el elemento del
ejercicio de las virtudes públicas; en otros casos, ciudadanía y el ser
ciudadano, se circunscriben a la forma de participación en los asuntos
públicos. Desde una perspectiva más filosófica, ciudadanía refiere al
equilibrio moral y cívico sobre el cual se edifica la vida en comunidad, lo que
supone garantizada la convivencia entre todas las personas que comparten
ciertos valores e ideales. Sin embargo, todas las posiciones coinciden en el
punto de que para acceder a una vida buena y generadora de la mayor felicidad
posible, es imprescindible hacer realidad poniendo en práctica el principio de
la virtud, entendido éste como "el ideal que permitía consolidar las bases
del ordenamiento social, de la participación, del ideal de justicia, y un pacto
intrínseco de respeto entre unos y otros, así como el de no hacer daño ni
recibirlo", (López de Cordero, 2014, p.52).
A juzgar por lo
mencionado anteriormente, la ciudadanía, entendida como aquel elemento
conciliador de las diversas posiciones e ideas que se contraponen como partes
conformantes de una realidad colectiva, se conecta en principio con el orden
social. Fundamentalmente un orden social que hace factible la convivencia entre
las personas sobre la base del respeto mutuo, a pesar de las tensiones
contradictorias propias de un mundo en constante cambio. Y es esa misma
convivencia la que nutre constantemente de manera efectiva lo que en definitiva
se conoce como el Ser ciudadano. Por otra parte, en palabras de Cortina (1999),
"la ciudadanía es un tipo de relación que tiene una dirección doble: de la
comunidad hacia el ciudadano y del ciudadano hacia la comunidad" (p.79), y
es en esta doble dirección que la convivencia ciudadana se fortalece, ya que
vivir en comunidad implica el establecimiento de límites a los despropósitos de
ciertas individualidades; pero, de otra parte, ofrece la posibilidad de
construir escenarios sociales más inclusivos, lo que en definitiva permitiría a
distintos colectivos sociales alcanzar los fines establecidos como
prioritarios.
La ciudadanía, por
tanto, está entrelazada con un proceso de vida en la ciudad y, en consecuencia,
con la construcción e intercambio de valores propios de la vida pública, al
interior de lo público, sin duda alguna, y con las herramientas que esa misma
vida pública establece: normas, instituciones, leyes y convenios. En la visión
de Camps y Giner, citados en García Peña (2012), "el ciudadano se debe a
la ciudad, por lo tanto no basta con cumplir con nuestras responsabilidades
individuales: es necesario abocarnos a lo público (p.83). En todo caso, la
ciudad constituye la forma más emblemática sobre la cual es posible construir
un orden social ajustado a normas de convivencia. Y es dentro de los límites
que ella impone que ha sido posible emprender proyectos de vida cívicos
compartidos, o, más precisamente, en el escenario sobre el cual resulta
indispensable y provechoso llevar adelante un ejercicio de ciudadanía.
Por otra parte,
efectuar este tipo especial de ejercicio conlleva en buena medida poner en
práctica lo que los griegos denominaron en su tiempo "la excelencia en la
virtud", es decir, un ciudadano es aquel que es capaz de asumir su
perfección interior y desarrollar toda una serie de virtudes con la intención de
hacer grande a la ciudad. De acuerdo con Raynero (2005), "el ciudadano era
una persona que vivía en libertad, demostraba iniciativa individual, tenía
confianza en sí mismo, cultivaba las artes y la inteligencia y sentía un
profundo interés por los asuntos públicos". Una mirada atenta a lo que
supone lo anterior, nos permite afirmar que esas cualidades del ciudadano
ateniense han acompañado a lo largo del tiempo el modelo ideal de civilidad
necesario para edificar sociedades cohesionadas. No obstante, la presencia de
contradicciones inherentes al proceso de construcción de una ciudadanía
integral, aspectos como la libertad, la iniciativa individual, la confianza y
el interés por lo público, han caracterizado significativamente el prototipo de
ciudadano ejemplar.
En opinión de Juárez
(2012), " en nuestros días la ciudadanía integra las demandas de justicia
y pertenencia a una comunidad. Ya no es un asunto de género, de linaje o de
sangre lo que hace que alguien sea considerado ciudadano, sino que es un concepto
cuyo fundamento se asienta en la naturaleza humana" (p.52). Cabe suponer,
entonces, que el concepto de ciudadanía está relacionado con el estímulo de las
capacidades humanas, con el fortalecimiento de las competencias cívicas y
éticas y, en concreto, con un proceso de desarrollo humano integral capaz de
definir en situaciones específicas el tipo de ciudadano que requiere el mundo
actual. Ser ciudadano implica, en definitiva, desarrollar todo un cúmulo de
conocimientos, experiencias, vivencias y circunstancias que definen
integralmente un accionar comprometido con los demás, sustentado en valores y
consciente de que el buen vivir en sociedad es una tarea que involucra visiones
diversas que convergen para hacer realidad el acto cívico.
Uno de los rasgos más
significativos del concepto ciudadanía, es su clara relación con la condición
humana y su fuerza creadora. Es decir, la ciudadanía, en tanto capacidad
creciente de posibilidades para transformar una realidad social, siempre estará
ajustada a los principios y valores que dan forma al ser humano. En ese
sentido, Cortina (1999) afirma que "la ciudadanía, como toda propiedad
humana, es el resultado de un quehacer, la ganancia de un proceso que empieza
con la educación formal (escuela) e informal (familia, amigos, medios de
comunicación, ambiente social)" (p.33). No es de extrañar, por ende, que
un ejercicio vital de ciudadanía siempre asuma como punto de referencia a una
institución formal como es la educación. Constituye ello un punto trascendental
que abre una ventana de posibilidades para construir un mundo mejor, más justo,
cohesionado alrededor de ciertos valores fundamentales pero, sobre todo,
edificado según los principios civilistas que reafirmen la condición humana.
Un hecho resulta claro al definir aquellos elementos considerados esenciales del concepto ciudadanía: su fuerza creadora. La ciudadanía consiste, esencialmente, en el arte de crear y recrear conscientemente las condiciones más favorables para que la vida cívica encuentre su lugar en el entramado de la convivencia social. Por consiguiente, exige en las personas prudencia, reflexión, acción, compasión y proposición cuando los conflictos sociales alteren sobremanera esa convivencia social. Por otra parte, el ser ciudadano implica la puesta en marcha de todo un proceso cívico de integración consciente que emprenden las personas al interactuar en comunidad, constituyéndose así en el marco global dentro del cual se perfila el arquetipo de un ciudadano integral, un hombre que, según López de Cordero (2014) "goza de libertad y, desde su libre albedrío, debe actuar eligiendo hacer el bien, debe proceder con rectitud y justicia (...) de modo tal que sus acciones respondan a los criterios universales de bondad, justicia, verdad y todos aquellos valores reconocidos de manera general por y para todos los ciudadanos del mundo" (p.56)
Valores ciudadanos en José Gregorio
Hernández.
Tomando como punto de
referencia la afirmación de Capriles (2018), quien señala que de acuerdo con
toda la bibliografía existente sobre el venerable siervo de Dios, José Gregorio
Hernández fue un hombre discreto, serio, formal, honrado, cumplido, de una sola
palabra, honesto, comedido, observador, responsable, ordenado, metódico,
constante, minucioso, detallista, puntual, exacto, sereno, desprendido,
austero, frugal (p.16), pues no cabe la menor duda que en la figura de este
hombre de bien se condensan con fuerza de vida aquellos valores fundamentales
que enaltecen y dignifican el concepto de ciudadanía. Precisamente, son esas y
muchas más las cualidades que definen el accionar de un hombre comprometido con
las causas más justas. Como médico de los pobres, como investigador acucioso y
metódico, como formador de jóvenes profesionales, como escritor apasionado,
como reparador espiritual ante el sufrimiento de una pena insoportable, siempre
su actuación cívica estuvo marcada por el signo de la esperanza hecha verdad.
Se puede constatar en la vida y obra del Dr. Hernández, rasgos muy sublimes de
una personalidad construida a base de esfuerzo y dedicación, quedando
demostrado con ello la importancia del desprendimiento material y la grandeza
de espíritu a la hora de emprender una acción social.
De modo que la figura
de José Gregorio Hernández Cisneros, reúne con total amplitud de servicio y
disposición de carácter, amor, devoción, pasión, entereza y una personalidad
adornada por el respeto a los demás. No podría ser de otra manera, ya que desde
su formación temprana se va nutriendo del noble oficio de la lectura y
escritura, de la preparación constante y del esfuerzo por adquirir no sólo
conocimientos teórico-prácticos en las distintas materias que forman parte de
sus estudios de bachillerato, sino también como un modo muy singular para ir
perfilando una misión de vida útil que fortalecerá luego al desarrollar su
formación universitaria. Es a partir de este aprendizaje inicial que,
seguramente, irá surgiendo en José Gregorio el amor por las cosas bellas, sean
éstas simples expresiones de una sensibilidad artística poco conocida, o
grandes obras representativas de la creación universal; su pasión por la
medicina y la experimentación, puestas ambas al servicio de las causas justas
y, probablemente, aquella personalidad cargada de entrega, gratitud y
sinceridad al momento de encarar relaciones sociales con sus semejantes.
Se puede apreciar en la
vida y obra del Dr. Hernández, la presencia inestimable de unos valores
ciudadanos que enaltecen grandemente su figura cívica. Como médico, profesor,
investigador, orientador, amigo sincero, entre muchos otros roles que bien pudo
desempeñar, los valores ciudadanos siempre van a estar presentes en todas sus
acciones. Se caracterizó, en palabras de Capriles (2018), " por su
formalidad y puntualidad, como un hombre sumamente disciplinado, responsable y cumplidor
del deber" (p.15). Es precisamente esa fuerza moral, representativa de una
personalidad incuestionable, lo que hace de José Gregorio Hernández un
ciudadano a carta cabal, cuya lección fue de ética más que de histología, una
enseñanza silenciosa sobre el deber, la obligación, la cultura del trabajo y la
puntualidad (Capriles, 2018).
Si la ciudadanía se expresa en acciones desinteresadas pero a la vez cargadas de ejemplaridad, entonces la obra cívica del siervo de Dios debe estar ubicada entre las más representativas de la venezolanidad. Esto es importante destacarlo, por cuanto al momento de estimar la relevancia y el sitial de muchos de los protagonistas en la construcción de una venezolanidad auténtica, José Gregorio Hernández ocupa, sin duda alguna, los primeros lugares. No existen objeciones de ningún tipo ante este hecho. En la cotidianidad extrema de muchos venezolanos anida con fuerza creciente la figura del venerable; su obra, su estampa, su luz, así como también su ejemplo de servicio desinteresado. Es por ello que, tal como lo expresa Contreras (2020), emerge en el imaginario popular una figura pública cuyo reconocimiento se agiganta con el pasar de los años hasta la actualidad, gracias a su trayectoria profana como científico, académico e intelectual, donde la sociedad venezolana lo eleva en su fe por su obra espléndida realizada como filántropo, plena de amor al prójimo en especial por los más humildes (p.95).
José Gregorio Hernández, arquetipo de
civilidad desde la religiosidad.
Civilidad y religiosidad
constituyen dos espacios de vida significativos a la hora de sopesar la
relevancia de una figura como la de José Gregorio Hernández. Y precisamente por
lo emblemático de su obra, la civilidad la entendemos aquí como la acción
personal hacia lo público, sometida a reglas, sobre todo de convivencia, por
medio de la cual el estar y actuar con los otros se asume desde una perspectiva
de respeto, compromiso y solidaridad. De otro lado, la religiosidad consiste en
una postura espiritual, una toma de consciencia íntima y personal en
concordancia con los designios de Dios. De esto se sigue que la vida adquiere
un sentido o propósito y, del mismo modo, se convierte en un lugar desde donde
se puede ejercer el bien colectivo sobre la base del entusiasmo, la felicidad y
la dicha espiritual. En cada uno de esos espacios adquieren preponderancia los
valores espirituales y ciudadanos que adornan la vida de una figura cuya
vocación de servicio público se impone a las dificultades más apremiantes.
En el marco de una
civilidad y religiosidad compatibles, cabe aquí la afirmación de Contreras
(2020) cuando señala que José Gregorio Hernández "era un convencido de las
grandes verdades del Evangelio sobre las cuales es posible entender la
factibilidad de edificar un mundo nuevo desde el amor al prójimo, a través de
la caridad, viviendo en la esperanza y con la alegría de la fe" (p.39).
Así mismo, esa compatibilidad entre ambos espacios de vida, exigen en el siervo
de Dios una postura de principios universales; es decir, de una clara y precisa
actuación pública, convencido de que las respuestas ante los desafíos de la fe,
por un lado, y los conflictos inherentes a una realidad que muchas veces lo
envuelve en un torbellino de dilemas, por otro, no cambiarán en absoluto su firme
inclinación de servidor comprometido. En suma, civilidad y religiosidad
convergen para hacer del Dr. Hernández un hombre de bien y un médico convencido
de que su noble oficio debe basarse en la más sólida formación filosófica y
moral, a la vez que en una rígida disciplina mental (Nava, 2020, p.64).
Ahora bien, no cabe la
menor duda que la configuración humanista integral y de santidad que va
asumiendo la figura de José Gregorio Hernández con el paso de los años, es
arquetípica de civilidad y religiosidad. Es modélico cuando asume su compromiso
con las causas justas, en su forma de investigar en el laboratorio, en el
tratamiento y cuidado de los enfermos y en la forma de relacionarse con los
demás. Adicionalmente, cuando accede a una espiritualidad auténtica, de
absoluta modestia, su fervor religioso le enseña a ver la realidad que lo
circunda con ojos de un alma buena y caritativa. Lo anterior implicaba, por
supuesto, el despojarse de toda indumentaria mundana, ligera de espíritu, y
comenzar a llevar su vida con la fuerza de la esperanza hecha obra. Es lo que
apunta Cárdenas (2020) sobre José Gregorio Hernández, cuando dice:
"podemos afirmar que el hombre religioso en la búsqueda perseverante de su
inclinación cristiana, se conjugó con la del médico que hizo del ejercicio
clínico un apostolado al servicio de los pobres y más necesitados" (p.51).
En el marco de las
consideraciones expresadas, el legado de una figura cuya estatura ética lo
ubica en la senda de un pueblo en extremo agradecido, es consustancial con la
grandeza de su espíritu. Un pueblo que va reorientando su realidad con devota y
fervorosa esperanza ante los designios de santidad que, sin distinción ni
reserva de ninguna especie, ofrece el siervo de Dios. En este sentido, el peso
existencial del Dr. Hernández en la vida social y espiritual del pueblo
venezolano, es inconmensurable. Ello es posible no sólo por la entereza de un
ciudadano que resalta con justicia la importancia del deber cívico, sino
también por la fuerza de la razón que lo inclina hacia una posición firme y
reflexiva ante los problemas sociales de su época.
Dicho esto, civilidad y religiosidad, entendidos como espacios deliberativos desde los cuales se asume conscientemente una posición al servicio de las causas colectivas, tienen en José Gregorio Hernández la expresión más acabada de un ciudadano ejemplar. La premisa básica de esa ejemplaridad es el amor al prójimo y su correlato en la realidad cotidiana, vocación de servicio. En ambos casos, este grande hombre va construyendo un legado de virtudes que nutren con fuerza suprema el imaginario colectivo de la nación venezolana.
A modo de conclusión.
Después de haber
observado de un modo general los aspectos más significativos que conforman la
estructura conceptual de la expresión ciudadanía, y luego de escudriñar en las
consideraciones éticas presentes en la vida y obra del Dr. José Gregorio
Hernández Cisneros, se establecen tres conclusiones que derivan de cada
apartado temático desarrollado en el presente artículo. La primera es que el
concepto ciudadanía y, por extensión, el Ser ciudadano, constituyen dos
dimensiones concomitantes, que se refuerzan mutuamente, en la medida que se
establecen relaciones sociales propias del marco citadino en el que surgen y se
desarrollan. Además, dichas dimensiones se afirman de manera sostenida en
principios y valores como la libertad, el compromiso, la responsabilidad, la
honestidad y la solidaridad. En concreto, ambas generan la posibilidad de
construir la convivencia ciudadana como expresión tangible del respeto a la
dignidad humana.
Una segunda conclusión,
acorde con lo expresado anteriormente, sostiene que los valores ciudadanos
presentes en la vida y obra del Dr. Hernández, significan todos ellos la fuente
primigenia que dan vida a una personalidad cuya intención no fue otra que poner
en práctica las verdades del Evangelio con una fuerza tal capaz de transformar
para bien la vida de aquellas personas que, como acto de fe, confiaron
firmemente en la gracia de su santidad.
Y, por último, en la acción cívica desarrollada por esta figura insigne, aparece delineado el modelo de virtud característico de aquellos hombres y mujeres en quienes a la grandeza de espíritu se les une la fuerza indeleble de un corazón cuya bondad creadora traspasa los límites de la existencia humana.
Bibliografía.
Capriles, A. (2018). Una luz en la sombra. En: Duplá, Francisco y Capriles, A., Se llamaba José Gregorio. Colección Ediciones Especiales, Caracas.
Cárdenas, C. (2020). José Gregorio Hernández, el médico. En: Academia de Mérida, José Gregorio Hernández, biografía de la ejemplaridad. Publicaciones del Vicerrectorado Académico, Universidad de Los Andes, Mérida.
Contreras, W. (2020). Dr. José Gregorio Hernández. El arte como un espíritu trascendental y sagrado. En: Academia de Mérida, José Gregorio Hernández, biografía de la ejemplaridad. Publicaciones del Vicerrectorado Académico, Universidad de Los Andes, Mérida.
Cortina, A. (1999). Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Alianza Editorial, 3ra edición, Madrid.
García Peña, E. (2012). Una propuesta educativa para los jóvenes. En: L. Ugalde (Coord.), Educación para transformar el país. Universidad Católica Andrés Bello, Caracas.
Juárez, J. (2012). Educar es la respuesta. ¿Qué es, para qué y cómo educar en valores ciudadanos. Universidad Católica Andrés Bello, Primera edición, Caracas.
López de Cordero, M. (2014). Construyendo ciudadanos. Educación, ciudadanía y convivencia en Venezuela. Consejo de Publicaciones Universidad de Los Andes, Mérida.
Raynero, L. (2005). El modelo de formación pedagógica en los antiguos griegos y su contribución al desarrollo de la ciudadanía. En: Educación y Ciudadanía I Jornadas de Pedagogía. Universidad católica Andrés Bello, pp.35-42
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