RELACIÓN ENTRE RAFAEL RANGEL Y JOSÉ GREGORIO
HERNÁNDEZ: VÍNCULOS Y COINCIDENCIAS
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Los trujillanos Rafael Rangel y José Gregorio Hernández hicieron importantes aportes científicos en Venezuela (Imágenes: Referenciales)
Publicado inicialmente el 25/06/2021,
durante el 49 Aniversario del NURR ULA (https://prensanurrula.blogspot.com/2021/06/relacion-entre-rafael-rangel-y-jose.html).
El artículo de opinión
es difundido una vez más ante la la canonización del Dr. José Gregorio Hernández
(octubre del año 2025).
Por: Pedro Antonio Rivera Chávez.
Profesor activo del NURR ULA, adscrito
al
Departamento de Biología y Química del
NURR ULA..
Editor Fundador
Adjunto de la Revista ACADEMIA.
Editor Adjunto del
Fondo Editorial Mario Briceño-Iragorry.
Director emérito de
Serbinurr.
El bardo chileno Neruda señaló que cada 100
años nace un bravo Capitán y que gloria inmensa para los trujillanos poder
parodiar al poeta por cuanto en ese lapso nacen en el estado Trujillo dos
bravos Capitanes simbolizados en Rafael Rangel y José Gregorio Hernández, uno en
Betijoque y el otro en Isnotú, dos pueblos geográficamente cercanos,
pertenecientes a un mismo municipio; ambos se van a constituir en dos seres
humanos valiosos y excepcionales que van a dedicar sus vidas a un mismo ideal
maravilloso como lo es el de su entrega al servicio de la salud para los
venezolanos más desposeídos colocando a la ciencia al servicio de los demás y
no como un medio específico para lucrarse, sino para llevar el bienestar a las
clases más necesitadas.
Que fértiles fueron los vientres que parieron
a estos dos seres en esta comarca trujillana ya que aseguraron el de que no
habrá aridez moral en este rincón de la patria.
José Gregorio nace en Isnotú en octubre de
1864 y Rangel en abril de 1877.
Hernández inicia sus estudios en su terruño de
nacimiento y posteriormente se traslada a la capital del País a realizar sus
estudios en el colegio Villegas, graduándose de Bachiller en Filosofía en 1884.
Luego se inscribe en la UCV para estudiar
medicina y se gradúa de médico en 1888, versando su Tesis de Grado “La fiebre
tifoidea en Caracas “. Regresa a su lar nativo a ejercer medicina rural desde
donde recibe la agradable noticia de que ha sido becado para estudiar en Paris,
Microscopia, Bacteriología, Histología y Fisiología Experimental marchando a la
capital francesa y al concluir dichos estudios en 1891 regresa a Caracas donde
funda el Instituto de Medicina Experimental y el Laboratorio del Hospital
Vargas; en 1904 ingresa como individuo de numero a la Academia Nacional de Medicina ocupando
el sillón XXVIII.
En 1909 renuncia a sus jornadas
habituales y viaja a Italia para
ingresar al Monasterio de La Cartuja, pero debido a la precariedad de su estado
físico regresa al país, reincorporándose a sus actividades como médico,
profesor e investigador y ya repuesto de su salud, 5 años más tarde, regresa a
Roma e ingresa al Seminario, pero parece que el destino le juega una mala
pasada, ya que le aparecen síntomas de tuberculosis que lo obligan a regresar
nuevamente a Venezuela, para que al reponerse se reintegre a su rutina de
trabajo acostumbrado: atender pacientes, dictar clases y hacer investigación.
Por su parte Rangel, inicia sus estudios de
primaria en Betijoque y los de secundaria en Mérida y Maracaibo graduándose de
Bachiller en Filosofía a los 19 años.
Posteriormente viaja a Caracas y se inscribe
en la UCV para estudiar medicina teniendo como profesores a Luis Razetti y a
José Gregorio Hernández; además cursa alemán e inglés, terminando su primer año
de medicina aprobándolo con sobresalientes calificaciones.
Se matricula para cursar el segundo año de
medicina y participa en el concurso de externos del Hospital Vargas,
presentando la Tesis de “Hueso Coxal” obteniendo un loable segundo lugar con
una calificación de 19 3/5, sobre una máxima de 20 puntos. Lamentablemente
Rangel abandona su segundo año de medicina que cursaba en la UCV , dedicándose
con verdadero ahínco al estudio de Bacteriología y Microbiología en la Cátedra
de Clínica Medica con el Doctor Santos Aníbal Dominici en el Instituto Pasteur
con el que va a tener una estrecha relación de amistad y trabajo y quien le
facilita su incorporación como asistente a la sala San Vicente de Paul, donde
ayuda al Doctor Dominici en las visitas diarias a los pacientes del Hospital
Vargas, lo cual le sirve de entrenamiento para incorporarse ya en forma
definitiva a la disciplina del
laboratorio y se convierte en preparador del Doctor José Gregorio Hernández, lo
que le permite conocer y perfeccionarse en las técnicas de Parasitología Microscópica,
la coloración de microorganismos, la coloración de medios de cultivo y la
inoculación de gérmenes patógenos en animales de laboratorio.
Este denodado esfuerzo asumido por Rangel le
debilita y le hace contraer tuberculosis
y por sabio consejo de su mentor el Doctor Dominici, regresa a su pueblo
natal para reponerse de su precario estado de salud; de Betijoque se traslada a
la Mesa de Esnujaque donde logra reponerse y le permite su regreso a Caracas reintegrándose
así a sus actividades habituales y convertirse en un investigador de primera
línea.
En 1902 es designado Jefe de Laboratorio de
Histología y Bacteriología del Hospital Vargas y por sugerencia del Doctor
Hernández sigue como línea de investigación el estudio de la estructura y
fisiología del Sistema Nervioso.
Es precisamente aquí donde Rangel desarrolla
su vocación científica con la capacidad plena para emprender proyectos de
investigación sobre problemas locales de salud pública asesorando numerosas
tesis con un alto valor y grado científico.
Investiga y descubre los agentes etiológicos
de dos enfermedades endémicas: Uncinariosis en los humanos y Derrengadera en
animales.
Cronológicamente Rangel destaca entre otros
los siguientes hallazgos:
En 1903 emprende el estudio de la
Anquilostomiasis y describe al Necator americanus publicando diversos artículos
sobre el mismo.
En 1905 se traslada a los llanos y descubre la
causa de la peste boba, que ataca a los caballos. Así mismo describe una nueva
variedad de tripanosoma que lo denomina
Trypanosoma venezuelense.
En 1906 y 1907 estudia la enfermedad
denominada “grito de las cabras” demostrando que es el Bacillus anthracis. Como
entomólogo inicia el estudio de los mosquitos en Caracas del genero Anopheles y
asesora una tesis sobre lo mismo.
En 1908 realiza el estudio y control de una
epidemia en La Guaira por petición propia del Presidente de la República, Cipriano Castro, donde cae en desgracia por diversos
problemas surgidos durante la peste debidos a compromisos contraídos con
algunos habitantes de ese lugar de los cuales Rangel no fue el responsable
aunado todo ello la negativa de una anhelada beca en el extranjero que Rangel
aspiraba con vehemencia.
En 1909 (19 de agosto), Rangel invita a los
internos del Hospital Vargas para presentar el trabajo “Un caso de Micetoma o
Pie de Madera” y al momento de presentar las láminas en el microscopio Rangel
sufre un estado depresivo, llora y entra en un mutismo con los estudiantes y
que será preludio de un acontecimiento trágico ya incubado y próximo a
desarrollarse.
Como puede observarse en lo ya descrito
existen vínculos y semejanzas entre estos dos prototipos de personas
consustanciadas con su pueblo y que constituyen sin lugar a dudas verdaderos y
tangibles iconos trujillanos.
Ambos padecieron síntomas de tuberculosis que
los obliga a suspender sus propósitos y rutina de vida, así como compromisos e
ideales de vida que no pudieron alcanzar.
Trabajan juntos en el mismo Laboratorio:
Hernández como Profesor de la cátedra y
Rangel como su exitoso y aventajado asistente.
Ambos fundaron y dirigieron laboratorios donde
realizan sus propios trabajos de investigación.
A Rangel se le considera el padre de la parasitología
en Venezuela y a Hernández el fundador de la bacteriología en Venezuela y
pionero de la medicina moderna en el país.
Ambos salen de su lar nativo a formarse como
médicos.
Hernández se gradúa, ejerce su profesión y
luego se dedica a la docencia y a la investigación mientras que Rangel inicia la carrera de
medicina, la cual abandona cuando cursaba el segundo año, para dedicarse a la
investigación y a la docencia.
Ambos mueren trágicamente en Caracas: Hernández
a los 55 años y Rangel a los 32 años.
Rangel es llamado por el Doctor José Vicente
Scorza el “Niño Nacional” y Hernández es llamado por el Doctor Edgardo
Malaspina “un científico en la inmortalidad de los altares”.
Ambos dedicaron su vida al servicio de la
salud de los sectores más desposeídos y se caracterizaron por su austera vida
personal.
Ambos transitaron hacia mejores metas y hacia
el logro de los más caros anhelos resurgiendo todo el caudal de buena voluntad
y de principios éticos que fue la impronta de sus vidas.
Ninguno de los dos fueron masoquistas de la
frustración y la desesperanza ya que cultivaron con creces la fe y el
optimismo.
Ambos entendieron que Venezuela es un suelo
generoso para depositar semillas y poseedora de aulas universitarias para
sembrar lecciones y programas completos para ir hacia el desarrollo.
Hernández y Rangel comprendieron mejor que
nadie que la democracia del trabajo no conoce ni fronteras ni límites.
Es el momento de emular los más prístinos
principios de estos dos arquetipos y pese a que en este momento existe una gran
angustia venezolana motivada a la pandemia que nos acecha y al desmedido ataque
de un gobierno que nos acorrala y nos sume en la más penosa frustración , que
no es otra, que la angustia del porvenir, declarada por todos con preocupación,
tanto en las esferas oficiales y en la vida privada, asoma un claro temor de
inseguridad, como si el país fuese a fracasar en los tiempos inmediatos.
Pero como el ave fénix resurgiremos por cuanto
Venezuela es un país de primera, que la hazaña libertadora sigue teniendo
vigencia, y que todos los que sentimos la fibra intensa de bolivarianidad
estamos decididos a agotar nuestros recursos vitales como lo hicieron Hernández
y Rangel para que Venezuela emerja y se consolide como la gran nación merecida
por la historia y la cultura, ya que tiene un rostro sano y porque Venezuela es
una adolescencia de esperanza.
La obra común de Rangel y Hernández no solo
tiene vigencia, sino que debe ser una lección diaria para todos, una doctrina
cotidiana para entender el sentido cabal de la patria como tarea de
venezolanidad, de caminos y de realizaciones.
Rangel y Hernández tienen en común ser
trujillanos auténticos y constituyen la representación de la integridad del
hombre trujillano, vista en su conducta existencial que fue una sola
ascendencia vertical.
Ambos lucharon por la seguridad social y el
bienestar colectivo de los que tienen menos.
El mundo ha sido fiel testigo de grandes
sacrificios de hombres significativos, los que al comprobar con impaciencia que
sus ideas no son tomadas en cuenta prefieren alejarse del escenario social para
observar desde esteros de silencio las grandes hecatombes que se producen en
los pueblos mal gobernados, por tiranos y reyezuelos que se creen amos del
mundo sin conocer la estrechez de su visión política, ni la incapacidad
intelectual manifiesta que los caracteriza.
En otro sentido, la inmolación viene dada por
la maldad y la incomprensión humanas,
que dictan sentencias absurdas en hombres en posición de destino, nacidos para
grandes ejecutorias universales.
De esta manera, se dio el drama de Berruecos
como el impío asesinato del “Abel de América”, hijo predilecto de la gloria del
Libertador, el Mariscal de Ayacucho, cuyos solo sus títulos como vemos, sirven
para definirlo; y en la historia lejana vemos a Bruno, inmolado en la hoguera;
a Sócrates lo obligan a tomar la cicuta; Rangel es forjado a la trágica
determinación del envenenamiento y Hernández perece en un absurdo accidente
automovilístico, perdiéndose de esa manera a dos hombres y dos obras de postín
científico para Venezuela.
Ambas muertes truncaron la posibilidad de
quien sabe que valiosos hallazgos científicos hubieran podido haber producido
esas dos mentes febriles en el campo de la investigación médica, bacteriológica
y parasitaria que se tradujese en el mejoramiento de las condiciones sanitarias
y ambientales del país, ahorrando por consiguiente muchas vidas inocentes que
no pudieron sobrevivir debido a las mismas, sobre todo en las zonas más
vulnerables y desposeídas de la acción oficial.
Prueba de ello es lo que señalaron de esos
iconos dos conocidos venezolanos: el Doctor José Vicente Scorza dijo “la época
dorada para la parasitología en Venezuela fueron los años en que Rafael Rangel
ocupa la jefatura del Laboratorio del Hospital Vargas. No ha habido en el país
genio individual que lo emule”.
De José Gregorio Hernández nos señala el
Doctor Leopoldo Briceño Iragorry: “José Gregorio fue médico por mandato de su
propia vocación, lo fue para hacer del ejercicio de la medicina el camino
seguro de llegar al corazón de los necesitados y combinar con la grandiosidad
del místico los efectos beneficiosos de
las drogas y el poder consolador de
la oración”.
Invasiones en terrenos del NURR quebrantan medida de protección ambiental
Buenas noches por favor para cuando serán las inscripciones de los asignación por OPSU en la carrera de farmacia
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